
En 2020, Emily Harrington se convirtió en la primera mujer en escalar la ruta Golden Gate de El Capitan, en el Parque Nacional de Yosemite, en menos de 24 horas. Su logro, documentado en el filme Girl Climber, marcó un hito en la escalada femenina y expuso la complejidad física y emocional de enfrentarse a una de las paredes más emblemáticas y exigentes del mundo.
En una entrevista en The Rich Roll Podcast, Harrington repasó los desafíos, aprendizajes y transformaciones personales que acompañaron su hazaña, así como el impacto de su historia en la representación de las mujeres en la élite de la escalada.
El Capitan, con sus 1.000 metros de granito pulido y vertical, es considerado por Harrington como “el mayor, más difícil y más bello muro del mundo”. Durante décadas, este monolito ha sido escenario de logros pioneros y un campo de pruebas para la comunidad de escaladores.
La ruta Golden Gate, que la mayoría de los escaladores completa en cinco a siete días, fue el objetivo de Harrington para un ascenso en menos de 24 horas, un reto que requirió años de preparación y varios intentos.

El camino hacia el éxito estuvo marcado por momentos críticos. En su tercer intento, a finales de 2019, Harrington sufrió una caída de unos 15 metros que la dejó inconsciente tras golpear su cabeza contra una repisa.
“Fue una experiencia muy traumática y visceral”, relató en The Rich Roll Podcast, reconociendo que suele evitar ver esa escena en el documental por la intensidad emocional que le provoca. A pesar de la gravedad del accidente, Harrington identificó que las decisiones que la llevaron a ese punto —el momento del intento, la cantidad de equipo utilizado, la velocidad— estaban bajo su control.
“Todo lo que ocurrió estaba bajo mi control. Pude haber elegido cuándo escalar, cuánto equipo usar, cómo afrontar el reto”, reflexionó.
La recuperación física fue acompañada de un proceso mental igualmente exigente. Tras el accidente, Harrington enfrentó la tentación de abandonar el proyecto, pero el apoyo de su esposo, el guía de montaña Adrian Ballinger, y de su compañero de escalada Alex Honnold, resultó fundamental.
Ballinger, tras asegurarse de que no había una conmoción cerebral, la animó a intentarlo de nuevo, transmitiéndole la confianza necesaria para superar el miedo y la autocrítica. “Mi espíritu estaba destrozado, pero tener a alguien que creyera en mí en ese momento fue crucial”, reconoció Harrington en la entrevista.

El éxito llegó en el cuarto intento, tras meses de entrenamiento específico. La preparación física incluyó sesiones intensas en el gimnasio de escalada, entrenamiento de fuerza y resistencia, y simulaciones de la jornada completa en paredes locales.
“Entrené como si fuera una ultramaratón, pero al final tenía que hacer mis mejores movimientos”, explicó. La parte mental fue igualmente trabajada con una coach especializada, quien la ayudó a validar sus emociones y a confiar en su propio proceso, adaptando técnicas y estrategias a sus necesidades particulares.
El equipo y la comunidad jugaron un papel central en la travesía. Honnold, conocido por su ascenso en solitario de El Capitan, fue un compañero constante, aportando calma y honestidad en los momentos críticos.
“Cuando estoy con Alex, escalo mejor, soy más confiada”, afirmó Harrington. La mentoría de figuras como Conrad Anker y, especialmente, Hillary Nelson, resultó decisiva para diversificar su carrera y desafiar la idea de que la maternidad marca el final de la vida deportiva. “La mentoría de Hillary Nelson fue clave para entender que la maternidad no es el final de la vida deportiva”, destacó.

La experiencia de Harrington también arroja luz sobre la evolución de la escalada femenina. Aunque El Capitan ha sido históricamente un espacio dominado por hombres, figuras como Lynn Hill —la primera persona en escalar The Nose en un día— y ahora Harrington han roto barreras y ampliado el horizonte para las mujeres en el deporte.
“La vulnerabilidad y las emociones no son debilidades, sino una fortaleza”, sostuvo Harrington, subrayando la importancia de mostrar la dimensión humana y emocional de la escalada, un aspecto que el documental Girl Climber aborda con honestidad y sin caer en clichés.
La maternidad y la gestión del riesgo han transformado las prioridades de Harrington. Tras el nacimiento de su hijo, tanto ella como Ballinger han reducido el nivel de riesgo en sus expediciones, priorizando experiencias que les permitan seguir desafiándose sin comprometer la seguridad familiar. La muerte de Hillary Nelson, ocurrida durante una expedición en el Himalaya, marcó un punto de inflexión en su percepción del peligro y la llevó a valorar nuevas formas de explorar la montaña.
El documental Girl Climber busca equilibrar la representación de la experiencia femenina en la escalada, mostrando la vulnerabilidad como una fuente de fortaleza y evitando los estereotipos habituales. Harrington espera que su historia inspire a nuevas generaciones de mujeres a desafiar sus propios límites y a encontrar en el fracaso y la incomodidad oportunidades de aprendizaje y crecimiento.
En palabras de Harrington, el miedo y el fracaso no son obstáculos, sino catalizadores para el desarrollo personal: enfrentar lo que incomoda y asusta es el camino hacia el aprendizaje y la superación.