
El régimen de China respondió este jueves con amenazas de represalia y una negativa rotunda al diálogo bajo presión tras el anuncio de la Casa Blanca de que las importaciones chinas podrían enfrentar aranceles acumulados de hasta el 245 %.
Mediante un comunicado, el Ministerio de Exteriores chino afirmó que “ignorará” lo que calificó como “juegos de números arancelarios” por parte de Estados Unidos, al tiempo que acusó a Washington de “intimidación y coerción”.
La retórica empleada por Beijing confirma una postura cada vez más beligerante en el marco de la prolongada guerra comercial, y se produce en un momento en que Estados Unidos ha reforzado su presión económica sobre sectores estratégicos del comercio chino, especialmente aquellos relacionados con tecnología y productos químicos como el fentanilo.

“Si Estados Unidos insiste en seguir infringiendo sustancialmente los derechos e intereses de China, China contraatacará resueltamente y luchará hasta el final”, declaró el Ministerio de Exteriores.
A pesar de rechazar abiertamente la guerra comercial, el régimen chino se comprometió a “responder decididamente” ante cualquier nueva medida.
El mensaje también alude al reemplazo del principal negociador comercial chino, con la designación de Li Chenggang en sustitución de Wang Shouwen, quien había encabezado las conversaciones con Washington durante el primer mandato del presidente Donald Trump.
Este cambio de interlocutor se interpreta como una señal del endurecimiento de la estrategia de Beijing en las negociaciones con la administración estadounidense.
Washington, por su parte, ha endurecido su política comercial alegando prácticas injustas, dumping y amenazas sanitarias, especialmente por el papel de China en la producción y exportación de fentanilo, una sustancia sintética implicada en la actual crisis de sobredosis en Estados Unidos.
La suma de los gravámenes aplicados bajo la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974, junto con aranceles por razones sanitarias y represalias, podría elevar las tarifas impuestas a ciertos productos chinos hasta el 245 %.
“Esto sólo expondrá aún más las tácticas de Estados Unidos de instrumentalizar y utilizar los aranceles como armas”, afirmó el Ministerio chino, sin aludir al origen del conflicto ni a las propias represalias adoptadas por Beijing en los últimos meses, que elevaron los aranceles a productos estadounidenses hasta el 125 %.

El régimen chino insiste en que la guerra comercial fue iniciada por Washington, pero al mismo tiempo ha evitado medidas de distensión y ha endurecido su lenguaje diplomático, negándose a aceptar condiciones que impliquen presión económica o concesiones mutuas.
“Si Estados Unidos realmente quiere resolver el problema mediante el diálogo y la negociación, debería abandonar el enfoque de presión extrema”, indicó un portavoz de Exteriores, reafirmando que no aceptarán conversaciones si no son “sobre la base de la igualdad”.
Mientras tanto, la administración Trump ha optado por una política de diferenciación sectorial. Si bien ha suavizado las tarifas para la mayoría de los países, aplicando un arancel general del 10 %, ha intensificado su presión sobre China debido a las represalias del régimen. Además, dejó sin gravar una lista de productos tecnológicos, pero anunció que los semiconductores fabricados en China podrían ser objeto de nuevas tarifas “en un futuro próximo”.

La respuesta china, que combina negación de responsabilidad, reafirmación de fuerza y una retórica que busca presentarse como víctima de “chantaje”, marca una nueva etapa en la disputa comercial. En lugar de buscar mecanismos multilaterales o explorar marcos de entendimiento, el régimen de Xi Jinping ha optado por escalar la confrontación, reforzando su narrativa nacionalista y evitando cualquier señal de apertura.
(Con información de Europa Press y EFE)