"Cine, estrellas y peronismo. El primer festival de Mar del Plata", editado por FuturockEn Cine, estrellas y peronismo. El primer festival de Mar del Plata, Ela Mertnoff examina cómo este festival se desarrolló en un contexto de creciente tensión política. Basta con recordar que esta postal: en marzo de 1954, el la primera edición del festival reunió a Juan Domingo Perón y figuras del cine bajo la brisa atlántica, en un evento que reflejó la modernidad impulsada por el peronismo y el auge de la industria cinematográfica argentina.
Tras la reafirmación electoral del peronismo en los comicios legislativos de ese año, el conflicto con la Iglesia Católica se intensificó y sectores del radicalismo, conservadores y militares comenzaron a conspirar, lo que desembocó en el bombardeo de Buenos Aires y la posterior destitución de Perón. La obra de Mertnoff explora la articulación entre el star system de la radio y el cine y un gobierno que utilizó recursos y legislación para fortalecer la industria local, mientras la politización generaba divisiones profundas.
El libro (de Ediciones Futurock) también recorre los orígenes del cine argentino, desde el cine mudo y gardeliano hasta los noticiarios y la propaganda política, antecedentes de la consolidación comercial en las décadas de 1940 y 1950. A continuación, un fragmento:
Ela Mertnoff, autora de "Cine, estrellas y peronismo"En la mañana del 8 de marzo, las divas y astros del cine local junto a figuras del cine internacional abordaron el tren El Marplatense en la estación de Constitución. El tren estaba dedicado en exclusividad al traslado de las delegaciones artísticas que participarían en la muestra, y así se inició una tradición que se mantendría en el tiempo con el denominado “Tren de las Estrellas”. Una multitud de admiradores se congregó en Constitución, demorando la partida del tren. Posiblemente, la delegación artística en el tren no imaginaba las implicancias de aquel viaje: una coyuntura que conjugaba la industria del cine, la política exterior y la campaña legislativa del gobierno peronista.
Un selecto conjunto de artistas argentinos ofició de anfitriones, acompañando a los extranjeros en el tren y durante el desarrollo del encuentro. El viaje fue aprovechado por los artistas locales para presentarse con los integrantes de las distintas delegaciones. El conjunto estaba integrado por grandes figuras del espectáculo como Hugo del Carril, Juan Carlos Thorry, Luis Sandrini, Tita Merello, Mecha Ortiz, Analía Gadé, Laura Hidalgo, Ana María Lynch, Mirtha Legrand, Malvina Pastorino, Olga Zubarry, Elisa Galvé, Fanny Navarro, Carlos Cores, Amelia Bence, Eduardo Cuitiño, Santiago Gómez Cou, Ángel Magaña, Pedro Maratea, Iris Marga, Narciso Ibáñez Menta, Juan José Míguez, Enrique Muiño y Nelly Panizza. A ellos se sumaban los productores Luis César Amadori y Atilio Mentasti (de Argentina Sono Film), el director Daniel Tinayre, Horacio Cantaluppi por SICA y Antonio Merayo en representación de técnicos.

Durante el viaje, se generó un ambiente de camaradería entre los artistas, a pesar de las limitaciones de idioma. Según las crónicas, Luis Sandrini demostró ser el diplomático perfecto. Al recibir a la delegación de la Unión Soviética, se presentó diciendo su apellido. Los soviéticos entendieron que “Sandrini” significaba “Buenas tardes” o “¿Cómo está usted?” y, hasta que se aclaró la confusión, saludaron a todo el mundo diciendo “Sandrini”. El actor inglés Trevor Howard contó con Juan Carlos Thorry como intérprete, mientras que otros artistas como la estadounidense Irene Dunne y la española Aurora Bautista eligieron el italiano para comunicarse, y Mirtha Legrand habló en francés con el actor Michel Simon. Sandrini organizó un coro y les enseñó a todos una canción genovesa, a la que se sumaron los norteamericanos, franceses, italianos y españoles. Los argentinos cantaron Mi Buenos Aires querido de Carlos Gardel. Gómez Cou les enseñó a las actrices japonesas cómo comer empanadas con las manos, Errol Flynn probó los vinos argentinos y a los soviéticos se les dio champagne mendocino.
Posiblemente, los actores más famosos de la época en ese tren eran Errol Flynn, protagonista de Las aventuras de Robin Hood (Michael Curtiz y William Keighley, 1938) –viajó con su esposa, la actriz Patricia Wymore, y su hija recién nacida–, y Mary Pickford, apodada como America’s Sweetheart. La actriz fue una de las más famosas del cine mudo de Hollywood e incluso Homero Manzi la mencionó en un poema: “Era un galán jocundo / que se casó una tarde con la diosa del mundo / Con la novia de todos / Mary Pickford, la dulce / y la quiso a su modo”. En su paso por Argentina, cuando tenía 62 años, se le hizo un homenaje en Radio Belgrano por el 35.º aniversario de Artistas Unidos, que ella había fundado junto con Charles Chaplin, D. W. Griffith y Douglas Fairbanks.
Los artistas llegaron por la tarde a la antigua estación ferroviaria de Mar del Plata, sobre la Avenida Luro. Desde allí se los trasladó hasta el Hotel Provincial en autos dispuestos por Jorge Antonio, director de la filial local de Mercedes Benz y quien había acompañado a Apold a la reunión con Perón para proponerle la idea del festival. Una multitud se acercó a la estación y los artistas pudieron ver a los admiradores a lo largo de las cuadras de trayecto en automóvil. El Hotel Provincial, diseñado por Alejandro Bustillo, había sido inaugurado unos años antes, en 1950, sobre una superficie de 150.000 metros cuadrados y contaba con 400 departamentos, 40 locales comerciales, un cine-teatro con más de 2.000 localidades, salones de lectura y de bridge, salas para exposiciones y grandes comedores. Su edificación hermana, terminada en 1939, destinada al juego y la vida nocturna, tenía capacidad para 65 mesas de ruleta, salas para esgrima y una confitería de grandes dimensiones. Desde 1941, estaban en la Rambla los icónicos lobos marinos diseñados por José Fioravanti. Seguramente, las estrellas que ingresaron al Provincial se sorprendieron con los murales de la recepción realizados por el artista César Bustillo, hijo de Alejandro.

En el lobby del Provincial, Apold estaba muy nervioso, y no se relajó hasta finalizado el festival. Allí se dispuso una oficina de prensa que brindó servicios a diarios, radios y canales de televisión de todo el mundo, atendida por personal de la Dirección de Prensa. También había un equipo de fotógrafos que revelaba material y repartía copias a los medios. Cada invitado recibió materiales impresos en su propio idioma: un folleto de Mar del Plata, con sus playas y atractivos, y una agenda con los horarios de todos los actos programados.
Tras alojar a las delegaciones, a las 19 se inició la recepción oficial, con la presencia del presidente, que había llegado el sábado anterior. Perón estaba acompañado por Apold, miembros de su Gabinete y Nelly Rivas, una joven de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), situación que luego fue utilizada para criticarlo tiempo después. Cada delegación fue acompañada por un funcionario de su embajada y presentada a Perón. Tita Merello saludó a Perón y bailó tango con los invitados. Según el biógrafo de Tita, “Apold sabía que la estrella tenía costumbre de ‘hablar de más’, y dio instrucciones para vigilarla: ‘No sea cosa que Tita se salga con alguna de sus ocurrencias...’”.
Luego, se sirvió la cena de bienvenida mientras los cines comenzaban las funciones. Según informaciones de la época, las delegaciones extranjeras, entre actrices, actores, representantes, directores y funcionarios, sumaban unas 157 personas, aunque algunas fuentes afirman que llegaron a doscientas.
En el festival se proyectaron 50 largometrajes y 49 cortometrajes, entre ellos documentales, animaciones, películas de Hollywood, realismo soviético, cine social y un documental boliviano. Se destacaron títulos como Juventud, divino tesoro (Ingmar Bergman, 1951), La ilusión viaja en tranvía (Luis Buñuel, 1954), La señorita Julia (Alf Sjöberg, 1951), La vida de Oharu (Kenji Mizoguchi, 1952), Los inútiles (Federico Fellini, 1953), Moulin Rouge (John Huston, 1952) y Shane (George Stevens, 1953).
Argentina estuvo representada por dos películas. La primera fue El grito sagrado, una producción histórica dirigida por Luis César Amadori y protagonizada por Fanny Navarro. Meses antes, Amadori había enviado una copia de la película a Perón, quien respondió con una carta elogiosa publicada en revistas:“Lo felicito por el éxito logrado con ella. Es verdaderamente una gran película, juzgada tanto desde su impecable argumento, como por la correctísima actuación de sus intérpretes y la cuidadosa e inteligente dirección con que ha sido realizada. Justifica los más grandes y calificados elogios como cabal expresión de nuestro ponderable arte cinematográfico”.

El estreno de El grito sagrado estaba programado para el martes 9, a las 22:30, en el cine Ópera. Sin embargo, esa noche, el presidente y otros dirigentes asistieron a la exhibición del CinemaScope en el Ocean Rex, por lo que la película argentina fue presentada solo por su director y protagonistas. La película fue un éxito comercial, pero la crítica la consideró la obra más floja de Amadori hasta el momento, aunque destacó su reconstrucción de época. Fanny Navarro, la gran estrella de la película, fue deliberadamente excluida de las fotos oficiales y presentaciones públicas por la enemistad de Apold.
La segunda película fue La calle del pecado (1954), de Ernesto Arancibia, producida por Argentina Sono Film y protagonizada por Zully Moreno. Moreno no pudo asistir ni al estreno ni al festival, ya que dio a luz durante esos días. Perón ofreció el avión presidencial para que Amadori pudiera viajar a conocer a su hijo, pero el director prefirió tomar El Marplatense.
Las funciones estaban abiertas a las delegaciones y al público general. Por disposición de Apold, los funcionarios solo podían retirar dos entradas por función y los invitados debían pagar su entrada para ayudar a cubrir los costos del festival. En una conversación, Perón comentó:– Los ministros se me están quejando, Raúl. Dicen que usted no les ha reservado alojamiento y que la organización es un desastre.– Perdóneme, general, pero ellos recibieron dos entradas para cada película y para cada fiesta. Alojamientos gratuitos, no. Porque ellos cobran sus gastos de representación para eso, y este festival tiene suficientes problemas para hospedar a los artistas extranjeros, quienes están de visita y deben irse satisfechos.
El aspecto social del festival fue intensamente cubierto por los medios. Se realizaron torneos de pato por la copa Eva Perón, de polo en Parque Camet, y una carrera de autos en Playa Grande. Las estrellas también fueron a un asado en la Estancia Santa Isabel de la familia Martínez de Hoz en Chapadmalal, donde las delegaciones extranjeras conocieron la Unidad Turística del Segundo Plan Quinquenal. Según las revistas de la época, la actriz norteamericana Ann Miller declaró: “He venido para atrapar a algún estanciero argentino”.
Las delegaciones y productoras extranjeras compitieron por ser el mejor anfitrión. Unitalia hizo un cóctel en el Golf Club, Unifrance realizó una recepción en el Yacht Club, evento para el que se hizo traer champagne Moët & Chandon, y los soviéticos ofrecieron un evento con concierto y vodka de Moscú y caviar de Crimea. Los ingleses hicieron una recepción en el Hotel Horizonte con whisky y gin tradicionales.

El jueves 11, el evento principal para el público fue un gran espectáculo al aire libre en el anfiteatro de Las Toscas, con la presencia de todas las delegaciones y el presidente Perón. Actuaron la orquesta, el coro y el ballet estable del Teatro Colón, dirigidos por Juan Emilio Martini y el coreógrafo Michel Borowski. El show incluyó exhibiciones de malambo, carnavalito a cargo de Los Hermanos Ábalos y el ballet Las Sílfides.
El despliegue contó con 120 músicos, 100 bailarines y 100 técnicos. El público desbordó los asientos y hasta el propio Perón cedió su silla a una actriz extranjera. Al final se desbordaron las vallas y algunos fuegos artificiales explotaron cerca de la orquesta, aunque sin consecuencias.
El sábado hubo otro espectáculo sobre la playa, con la participación de los artistas rusos David Oistrakh y Tatiana Nicolayeva, la soprano Helena Arizmendi y el tenor Tito Schipa, acompañados por la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Buenos Aires dirigida por Roberto Kinsky.
El único artista que expresó su desagrado fue Edward Robinson, conocido por Los diez mandamientos (Cecil B. DeMille, 1956), de origen judío y en la mira por “afinidades comunistas”. Se retiró del festival y comentó que le parecía una maniobra política, percepción común en la época sobre el peronismo.
Por su parte, Errol Flynn participó activamente de la vida social y perdió 2.000 dólares en una noche en el Casino. Se fue dejando una deuda de 50.000 pesos, asumida luego por el Gobierno por orden de Perón. Edward Cohen, de la 20th Century Fox, ofreció un cheque, pero Perón lo rechazó: “No vamos a cobrarle su mala suerte en la ruleta nada menos que a Errol Flynn”.
Luis Sandrini sufrió un cólico biliar durante el festival y fue operado de urgencia. No se conseguía terramicina en Mar del Plata, por lo que el medicamento fue llevado en avión presidencial desde la Fundación Eva Perón. Apold relató:“Desde que llegaron hasta que se fueron, ninguno de ellos tuvo que gastar nada, nos arreglamos con el presupuesto para alojarlos en los mejores hoteles (el Alvear Palace, en Buenos Aires; el Provincial, en Mar del Plata), costear las comunicaciones y traslados, ofrecerles servicio de tintorería y suministrar cantidades industriales de whisky”.
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