El padre que desafío a la dictadura de Pinochet y se inmoló para pedir la liberación de sus hijos: “Fue un acto de amor y rebeldía”

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Sebastián Acevedo decidió quemarse paraSebastián Acevedo decidió quemarse para salvar a sus hijos

La mañana del 9 de noviembre de 1983 marcó el inicio de una tragedia que acabaría por sacudir a Chile durante la sanguinaria dictadura de Augusto Pinochet. Todo comenzó cuando más de treinta hombres armados irrumpieron cerca de las 7 de la mañana en la casa de Sebastián Acevedo, ubicada en la comuna industrial de Coronel, y detuvieron a su hija María Candelaria.

Acevedo, minero del carbón, pescador ocasional y padre de cuatro hijos, a esa hora, esperaba un colectivo para dirigirse a su trabajo en la constructora Lago Ranco de Concepción. Militante del Partido Comunista de Chile, hacía unos días le habían advertido que dos de sus cuatro hijos eran seguidos por la temible Central Nacional de Informaciones (CNI). Cuando vio pasar las camionetas militares a toda velocidad, volvió corriendo a su domicilio. Después de un forcejeo, los hombres le dijeron: “Nos llevamos a su hija porque es terrorista”. Dos agentes de la CNI subieron a María Candelaria a una camioneta blanca, vendaron sus ojos y comenzaron a dar vueltas por Coronel.

Sebastián Acevedo murió a losSebastián Acevedo murió a los 50 años

Pero allí no terminaría el calvario para los Acevedo. Una hora y media después detuvieron a Galo, otro hijo de Sebastián. Dos autos se estacionaron afuera de la constructora donde trabajaba, la misma donde cumplía tareas su padre. Lo subieron a una camioneta y le pegaron con la culata de la pistola en los testículos. Después de esposarlo, lo tiraron al suelo. Los hijos de Acevedo eran militantes de las Juventudes Comunistas de Chile.

Durante los días siguientes, Acevedo recorrió incansablemente estaciones de policía, iglesias, redacciones de medios de comunicación y oficinas públicas de Concepción y la región. Buscaba desesperado rastros de sus hijos, sin recibir ayuda de las autoridades civiles, religiosas ni mucho menos de los organismos de seguridad, que siempre negaban conocimiento de los arrestos. Así lo relató Elena Sáez, esposa de Acevedo, en una grabación de 1983: “Ya no hallábamos dónde ir. El segundo día llegamos como a las dos de la mañana, en el último micro. Le decía yo: ‘Esperemos, esperemos, negro…’ y él me dijo: ‘Mira, ¡lo que tú quieres es que te traigan a tus hijos muertos! Tenemos que seguir adelante’”. Las declaraciones de Elena Sáez forman parte del documental sobre Acevedo llamado El don Absoluto, dirigido por la documentalista Josefina Morandé y que se estrenó en 2023 con motivo de los 40 años de la inmolación del militante.

El funeral de Sebastián AcevedoEl funeral de Sebastián Acevedo fue multitudinario

La angustia de Acevedo tenía justificación. Tras el golpe militar que derrocó a Salvador Allende en 1973, Pinochet encabezó una dictadura que, según informes de comisiones de verdad, dejó un saldo de más de 40 mil víctimas entre ejecutados, desaparecidos y presos políticos. En ese marco, la acción de la Central Nacional de Informaciones (CNI) se sostenía en el secuestro, la incomunicación y la tortura. La propia Candelaria Acevedo confirmó que tras su detención fue trasladada a un centro frente a Playa Blanca, a pocos kilómetros de su hogar, donde sufrió golpes, descargas eléctricas y torturas físicas: “Me dieron golpes de puño, golpes en los oídos. Me hicieron sacarme la ropa y me aplicaron electricidad en mis genitales y otras partes del cuerpo”. Allí, en su lugar de detención clandestino, también identificó a su hermano Galo, con quien fue puesta cara a cara. Ambos negaron conocerse y, según relató Candelaria, Galo fue igualmente torturado.

El relato de los padecimientosEl relato de los padecimientos de la María Candelaria Acevedo, la hija secuestrada. Es diputada por el Partido Comunista en la actualidad

Durante esos días, Acevedo, “dejando de dormir y comer”, según narran familiares y testigos en distintos documentos, hizo gestiones ante todas las instancias posibles. Le dijo a un periodista local, Mario Aravena, que si no soltaban a sus hijos se “crucificaría o quemaría vivo”. Más tarde, el periodista reconocería que no le había creído que fuera a cumplir con su palabra.

Pasadas casi setenta y dos horas sin novedad sobre sus hijos, la desesperación de Sebastián Acevedo culminó en una decisión drástica. El 11 de noviembre de 1983, hace 42 años, después de despedirse de su esposa, se dirigió a la catedral de Concepción y alrededor de las 15:30 horas, dejó su campera y su carnet de identidad en el arzobispado y salió anunciando lo que haría: “Se iba a quemar”. En la explanada de la iglesia, se roció con bencina ante la mirada atónita de los transeúntes. Un policía intentó disuadirlo, pero Acevedo prendió el encendedor y las llamas lo envolvieron. Cruzó envuelto en fuego la plaza central, gritando por sus hijos. Testigos intentaron socorrerlo sin éxito.

Sebastián Acevedo tenía información acercaSebastián Acevedo tenía información acerca de que la CNI buscaba a dos de sus hijos

El sacerdote Enrique Moreno logró acercarse a Acevedo para darle la extremaunción. Según relató el religioso: “Él me repitió: ‘Que la CNI devuelva a mis hijos, que la CNI devuelva a mis hijos’”.

Las heridas de Acevedo abarcaban el 95% de su cuerpo. Trasladado de urgencia al Hospital Regional de Concepción, agonizó mientras sus hijos aún permanecían bajo custodia.

Tapa del diario Crónica deTapa del diario Crónica de Concepción. Cuenta que Sebastián Acevedo había ido al diario a denunciar la desaparición de sus hijos

Casi simultáneamente a su inmolación, las autoridades dejaron en libertad a Candelaria Acevedo, y su hermano Galo fue trasladado a la cárcel pública de la ciudad. Candelaria narró su salida del centro de detención: “El día en que mi papá se inmoló, me fueron a buscar al patio del centro de detención y me dijeron que había un sacerdote preocupado por nuestra situación y que, por lo tanto, me iban a sacar de allí. Llegué a mi casa, golpeé la puerta y mi hermana me dijo: ‘¿Tú no sabes lo que pasó? Tu papá se quemó en la catedral’. Así que salí de la casa y me fui al hospital regional, para saber si era verdad”.

Candelaria pudo comunicarse con su padre sólo mediante un intercomunicador. La joven relató: “Lo primero que me pidió fue que le dijera cómo me decía él cuando era niña. Quería corroborar que era yo realmente. ‘Patitas de canario’, le contesté. Entonces me pidió que me preocupara de mi hermano, para que saliera de la cárcel. También me dijo que criara a mis hijos derechitos, que fueran personas honestas, rectas, con principios. Y también me pidió que cuidara a mi madre. En definitiva, me hizo hacerme cargo de la familia”. A medianoche, el obrero de Coronel murió por la gravedad de sus quemaduras.

Augusto Pinochet, el dictador chilenoAugusto Pinochet, el dictador chileno (AP)

El funeral de Sebastián Acevedo congregó a aproximadamente 15.000 personas. Su acto resonó en comunidades cristianas y organizaciones opuestas al régimen de Pinochet. Según la documentalista Josefina Morandé aquella inmolación fue determinante del caso en exponer la represión: “Este caso dejó al descubierto lo que estaba pasando. Ya no se podía esconder. Algunos trataron, como la ministra de Justicia (Mónica Madariaga) que llamó al doctor de Sebastián Acevedo para decirle que tenía que cambiar la causa de muerte. Y el doctor lo defendió y dijo que era una inmolación”.

En los días posteriores, Candelaria volvió a ser arrestada, esta vez fue alojada en la cárcel, donde permaneció más de un año. A diferencia de la vez anterior, se sabía dónde estaba presa. Galo fue sentenciado por supuesta formación de grupos paramilitares y por infringir la ley de armas, cumpliendo dos años de prisión. Ambos atribuyen su supervivencia y la de otros militantes a la acción extrema de su padre. En palabras de Candelaria: “Su sacrificio fue un acto de amor y de rebeldía”.

La tapa del diario LaLa tapa del diario La Tercera y la imagen de un carabinero intentado apagar el fuego que consumía a Sebastián Acevedo

En plena revalorización de la memoria histórica, organizaciones como el “Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo” surgieron para denunciar las violaciones de derechos humanos bajo la dictadura, lideradas por figuras como el sacerdote José Aldunate. Irene Cambias, integrante del movimiento: “Cuando él se inmoló, era consciente de que eran muchos los que estaban pasando por su misma situación… entonces no lo hizo sólo por sus hijos, sino por todo Chile”.

El caso Acevedo representó un golpe en la opinión pública al dejar evidencia de la tortura sistemática que se mantenía desde hacía más de una década en Chile. Morandé lo señala como parte de una serie de protestas llevadas a cabo en 1983, cuando “la gente empezó a salir a la calle a rebelarse. Y aquella inmolación vino a coronar ese año”.

La frase de Acevedo antesLa frase de Acevedo antes de morir se transformó en consignas de las protestas no violentas (Vicaría de la Solidaridad)

La imagen de Sebastián Acevedo pidiendo que la CNI devolviera a sus hijos quedó como un símbolo de la desesperación familiar y la brutalidad política que caracterizó al régimen de Pinochet. Sus palabras, “Que la CNI devuelva a mis hijos”, se trasladaron a pancartas, informes y relatos como emblema de una época signada por la ausencia de justicia.

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