
Durante más de tres décadas, el médico estadounidense William Bennett Bean llevó adelante un experimento personal poco común: registró el crecimiento de la uña de su dedo pulgar izquierdo.
El objetivo era documentar si la velocidad cambiaba con la edad. Con sus datos y análisis, llegó a publicar seis trabajos sobre su dedo. El último se publicó en la revista JAMA Internal Medicine.
Vivió entre 1909 y 1989. Hoy fue galardonado de manera póstuma con uno de los Ig Nobel, los 10 premios que anualmente reconocen “logros que primero hacen reír y luego pensar”.

Fue durante la 35° entrega de los premios con la presencia de mil personas en la Universidad de Boston, Estados Unidos. El hijo de Bean fue a recibir el reconocimiento.
Los premios son organizados por la revista Annals of Improbable Research (AIR), y “celebran lo inusual, rinden homenaje a la imaginación y fomentan el interés por la ciencia”.
Bean había nacido en Manila, Filipinas, y era hijo del médico Robert Bennett Bean. Realizó sus estudios universitarios y de medicina en la Universidad de Virginia y completó su residencia en el Johns Hopkins Hospital, en los Estados Unidos.

Su carrera médica estuvo marcada por la excelencia académica y el interés en la historia de la medicina. Bean publicó más de 600 artículos científicos sobre temas que incluyeron enfermedades respiratorias, hepáticas y cardíacas, nutrición, climatología y condiciones sociales como la vivienda precaria.
Fue editor de quince revistas médicas y desempeñó cargos de profesor y líder en universidades como la de Iowa y la Universidad de Texas. También cofundó la Sociedad Estadounidense Osler, dedicada a la historia de la medicina.
Es también recordado por describir el síndrome de Bean, una enfermedad congénita rara que causa malformaciones venosas en la piel y en órganos internos.

Cada año los premios Ig Nobel se otorgan generalmente a científicos, médicos, inventores, innovadores, entre otros. Son diez categorías.
En 2025 el galardón de la categoría “Literatura” fue para William Bennett Bean “por registrar y analizar de manera persistente, durante 35 años, la velocidad de crecimiento de una de sus uñas”, según el fundamento al que accedió Infobae.
El objetivo principal de su experimento era averiguar si la velocidad de crecimiento ungueal cambiaba a medida que las personas envejecen.
Para desarrollar su experimento, Bean ideó un método sencillo. A inicios de cada mes, marcaba con una ranura transversal la base de su uña, justo donde comienza la cutícula.
La distancia entre la marca y el extremo libre de la uña (1,45 centímetros) era siempre la misma. El procedimiento se repetía con disciplina, una y otra vez.

El punto clave era determinar el tiempo exacto que ese surco tardaba en recorrer todo el trayecto desde la base hasta la punta, lo que permitía calcular la velocidad de crecimiento diaria de la uña.
El médico sostuvo su registro durante más de 37 años, sin interrupción voluntaria. Nunca cortaba la uña antes de que la marca completara el trayecto y anotaba cada ciclo de crecimiento en tablas personales, junto a detalles sobre su salud general.
Así, acumuló uno de los seguimientos más largos y rigurosos de la literatura médica sobre procesos corporales cotidianos.

Sus datos reflejaron un descenso claro en la velocidad de crecimiento de la uña con la edad. Al empezar la observación, a los 32 años, la uña de su pulgar crecía, en promedio, 0,123 milímetros por día. Cuando el médico cumplió 67 años, esa tasa había bajado a 0,095 milímetros diarios.
La tendencia se mantuvo: de 1973 a 1977, el tiempo promedio que insumía la marca en completar el trayecto pasó de 146 a 153 días. Mostró un enlentecimiento gradual y sostenido. Además del cambio con la edad, Bean detectó que otros factores también alteraban la velocidad de crecimiento.
El aumento de la temperatura y la mayor presencia de sangre en la zona tenían un efecto acelerador. Por otro lado, inmovilizar el dedo o la disminución de la circulación sanguínea provocaban una desaceleración.

Bean señaló, además, que durante un episodio agudo de paperas el crecimiento de su uña se detuvo totalmente, algo que documentó con fechas precisas antes, durante y después del episodio de enfermedad.
Otra observación fue que las uñas en la infancia y juventud crecen más rápido que en la adultez. A lo largo del estudio, Bean evitó extrapolar sus resultados a otras personas o recomendar generalizaciones basadas en un solo caso.
También reconoció que su registro tenía limitaciones, ya que dependía de su constancia y se limitaba a un único individuo.
“Sin dudas, el médico Bean hizo observaciones interesantes. Sus trabajos publicados a partir del registro del crecimiento de su propia uña presentan conclusiones a las que llega en base a su experiencia. Pero son observaciones que valen la pena considerar en la práctica clínica”, opinó al ser consultada por Infobae la médica Viviana Leiro, presidenta de la Sociedad Argentina de Dermatología y jefa de la Unidad de Dermatología del Hospital Muñiz de Buenos Aires.

Durante una ceremonia con 1.000 participantes, los premios Ig Nobel fueron entregados hoy por laureados del Nobel como Esther Duflo, Eric Maskin, Svante Pääbo, Abhijit Bannerji y Robert Merton.
Además del médico Bean, los ganadores de las otras categorías fueron:
- Premio Ig Nobel de Psicología: Los investigadores Marcin Zajenkowski (Polonia) y Gilles Gignac (Australia, Canadá) ganaron por “estudiar lo que sucede cuando se les dice a los narcisistas, o a cualquier persona, que son inteligentes”.
- Premio Ig Nobel de Nutrición: Daniele Dendi, Gabriel H. Segniagbeto, Roger Meek y Luca Luiselli (Nigeria, Togo, Italia, Francia), fueron distinguidos por analizar en “qué medida una especie de lagarto elige comer ciertos tipos de pizza”.
- Premio Ig Nobel de Pediatría: Los estadounidenses Julie Mennella y Gary Beauchamp fueron reconocidos por “investigar lo que experimenta un bebé lactante cuando la madre consume ajo”.

- Premio Ig Nobel de Biología: Un equipo de Japón formado por Tomoki Kojima, Kazato Oishi, y Katsutoshi Kino, entre otros, resultó galardonado por experimentar “si vacas pintadas con rayas como las de una cebra logran evitar las picaduras de moscas”.
- Premio Ig Nobel de Química: Los científicos Rotem Naftalovich, Daniel Naftalovich y Frank Greenway (Estados Unidos e Israel) fueron premiados por probar si comer teflón puede aumentar el volumen de comida y la saciedad sin aumentar las calorías.
- Premio Ig Nobel de la Paz: El equipo integrado por Fritz Renner, Inge Kersbergen, Matt Field y Jessica Werthmann (Países Bajos, Reino Unido, Alemania) demostró que tomar alcohol a veces mejora la habilidad para hablar un idioma extranjero.

- Premio Ig Nobel de Diseño de Ingeniería: Vikash Kumar y Sarthak Mittal (India) recibieron el galardón por analizar, desde la ingeniería, cómo los zapatos malolientes afectan la experiencia de usar un estante para guardarlos.
- Premio Ig Nobel de Física: Giacomo Bartolucci, Daniel Maria Busiello, Matteo Ciarchi, Alberto Corticelli, Ivan Di Terlizzi, Fabrizio Olmeda, Davide Revignas y Vincenzo Maria Schimmenti (Italia, España, Alemania, Austria) descubrieron propiedades de la física de la salsa para pasta, al centrarse en las transiciones de fase que pueden causar grumos y estropear la comida.
- Premio Ig Nobel de Aviación: Francisco Sánchez, Mariana Melcón, Carmi Korine y Berry Pinshow (Colombia, Israel, Argentina) fueron premiados por estudiar “si ingerir alcohol puede afectar la capacidad de los murciélagos para volar y también para ecolocalizar”.