
Muchas personas se esfuerzan por comer bien y realizar ejercicio, pero la grasa abdominal persiste. No se trata únicamente de dieta o actividad física. En el entorno actual, caracterizado por el estrés constante y la falta de sueño frecuente, dos factores silenciosos alteran el metabolismo y favorecen el almacenamiento de grasa en la zona abdominal.
Diversos especialistas destacan esto afecta las hormonas que regulan el apetito y la gestión de la energía. Entender cómo influyen estos factores y qué hábitos pueden revertir su impacto es clave para una mejor salud metabólica.
Según expertos de Newsweek, el estrés crónico y la falta de sueño son factores determinantes, pero frecuentemente ignorados, que modifican el equilibrio hormonal y complican la prevención de patologías metabólicas.
El Dr. Resham Uttamchandani, médico certificado y especialista en longevidad, explicó a Newsweek que el estrés sostenido eleva los niveles de cortisol, hormona vital para la supervivencia, pero que en exceso induce al cuerpo a almacenar energía en forma de grasa abdominal.

Este mecanismo, adaptativo en tiempos antiguos, se transformó en una desventaja para la salud actual. “La grasa abdominal se vuelve hormonalmente activa, fomenta la inflamación, los antojos y la resistencia a la insulina”, indicó Uttamchandani.
Además, las células grasas en el abdomen son más sensibles al cortisol, lo que promueve la acumulación de grasa visceral alrededor de los órganos internos, asociada a mayor riesgo de enfermedades cardíacas y diabetes. El exceso de esta hormona también enlentece el metabolismo, reduce la masa muscular y agrava la resistencia a la insulina, lo que potencia el problema.
Dormir menos de siete horas cada noche perjudica directamente la salud metabólica. Datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Estados Unidos (NHANES), citados por Newsweek, muestran que los adultos con poco descanso presentan tasas de obesidad considerablemente más altas.
Chelsie Rohrscheib, neurocientífica y directora de sueño en Wesper, explicó que la falta de descanso desequilibra las hormonas responsables del hambre y la saciedad. “El mal descanso reduce la función de la leptina, encargada de la sensación de saciedad, e incrementa los niveles de grelina, la hormona del hambre”, señaló Rohrscheib. El resultado: mayor apetito, comidas frecuentes y preferencia por alimentos calóricos.

Un nuevo estudio en adultos jóvenes indicó que la privación crónica de sueño dificulta mantener el peso, incluso cuando la dieta no cambia. Los participantes que dormían poco aumentaron más de peso a pesar de consumir la misma cantidad de calorías que aquellos con descanso suficiente.
Según Rohrscheib, esto se debe a la disminución del metabolismo y la reducción de la actividad física causada por el cansancio. Además, el organismo utiliza con preferencia carbohidratos y reduce la oxidación de grasas, lo que favorece su almacenamiento.
Un descanso insuficiente incrementa la actividad simpática, eleva la liberación de cortisol y la producción hepática de glucosa, factores que disminuyen la sensibilidad a la insulina y la tolerancia a la glucosa. También advirtió que el microbioma intestinal, esencial para un metabolismo sano, se ve alterado por el déficit de sueño.

Las consecuencias de la grasa visceral van mucho más allá de lo estético. Newsweek recalcó que este tipo de grasa, al envolver órganos como el hígado o el corazón, incrementa el riesgo de diabetes tipo 2, hipertensión y complicaciones cardiovasculares. El estilo de vida actual, caracterizado por altos niveles de estrés y escaso descanso, contribuye silenciosamente a este problema de salud pública.
Ante este panorama, los expertos proponen prácticas concretas para reducir el estrés y mejorar la calidad del sueño, revirtiendo así los efectos metabólicos negativos. El Dr. Uttamchandani recomienda sumar rutinas de atención plena al comienzo del día —como ejercicios de respiración o meditación— y exponerse a la luz natural durante la primera hora tras despertar.
Sugiere retrasar el café alrededor de una hora para respetar el ritmo del cortisol, y priorizar desayunos ricos en proteínas (aproximadamente 30 gramos), consumiendo primero vegetales, luego grasas saludables y, finalmente, carbohidratos, para evitar picos glucémicos.

El entrenamiento de fuerza regular ayuda a aumentar la masa muscular y mejorar el uso de la glucosa. También sugiere adaptar la intensidad del ejercicio según el nivel de estrés diario, prefiriendo caminar o practicar yoga en días más tensos. Destaca la importancia de dormir entre siete y nueve horas por noche y de realizar actividades que fomenten la relajación, como cocinar, meditar o pasar tiempo en la naturaleza, para activar el sistema de “descanso y digestión”.
Por último, Newsweek subraya que fortalecer las relaciones personales y construir vínculos significativos ayuda a amortiguar el impacto del estrés y protege la salud metabólica a largo plazo.
Cuidar el sueño y aprender a gestionar el estrés son estrategias clave para evitar la acumulación de grasa abdominal y las enfermedades metabólicas asociadas, además de favorecer el bienestar emocional.