70 años separados no son nada cuando se trata del amor entre hermanos. Así lo han demostrado Ramón y Basilisa, 2 gallegos que protagonizan una historia tan conmovedora como improbable: después de 7 décadas sin verse, se han reencontrado en Galicia, fundiéndose en un abrazo que ha emocionado a todo el mundo.
Ambos se separaron cuando Ramón, entonces un joven de 23 años, tuvo que emigrar a Brasil en busca de oportunidades. Basilisa, más pequeña, permaneció en Galicia, sin imaginar que aquel adiós en el puerto sería el comienzo de una ausencia de por vida.
Durante los primeros años intercambiaron cartas, se enviaban fotografías y mantenían viva la esperanza de volver a verse, pero con el tiempo, y sin la ayuda de las tecnologías actuales, las misivas se fueron perdiendo y el contacto se esfumó.
Décadas después, el destino quiso que el hermano mayor regresara a su tierra natal con una sola idea en mente: encontrar a Basilisa.
Un anuncio que cambió sus vidas
Ya con 91 años, bastón en mano y una vida entera a sus espaldas, Ramón decidió emprender la búsqueda. Puso un anuncio en el periódico Faro de Vigo, contando su historia y pidiendo ayuda para localizar a su hermana. No imaginaba que aquel gesto sencillo despertaría una ola de solidaridad y emoción entre los gallegos.
“Al principio, no le reconocí, pero por los datos que me dieron supe que era él”, relató Basilisa, de 87 años, al medio que cubrió la noticia. Cuando vio el anuncio, no dudó: salió a buscarle, convencida de que su hermano seguía vivo en algún rincón del planeta.
El esperado reencuentro se produjo gracias al programa Reencuentros con Galicia, una iniciativa que facilita el regreso de emigrantes gallegos mayores que desean volver a su tierra. El momento fue grabado en vídeo y, en cuestión de horas, se volvió viral en redes sociales.
Una escena que conmovió al mundo
Las imágenes muestran a los ancianos jugando a las adivinanzas, con Basilisa tapándole los ojos a su hermano para poner a prueba su memoria. Tras unos segundos de confusión, Ramón pregunta entre lágrimas: “¿Mi hermana? ¿Basilisa?”. Acto seguido, ambos se abrazan con fuerza, como si el tiempo no hubiera pasado.
Ese abrazo, largo, sincero y lleno de lágrimas, se convirtió en símbolo de todas las familias que un día se separaron por la emigración. La historia de Ramón y Basilisa resume el dolor de miles de gallegos que, durante el siglo XX, dejaron su tierra buscando un futuro mejor en América. Muchos jamás regresaron.
En la Galicia de posguerra, miles de jóvenes partieron hacia Brasil, Argentina, Uruguay o Venezuela. Dejaban atrás padres, hermanos e hijos, con la promesa de volver. Algunos lo lograron, otros solo regresaron en el recuerdo. Por eso, el caso de Ramón y Basilisa ha tocado tantas fibras: no es solo una historia personal, sino un espejo de la memoria colectiva gallega.
Ramón, que trabajó en Brasil durante toda su vida, asegura que nunca olvidó su aldea natal. “Cada noche pensaba en mi familia, en mi hermana pequeña. Soñaba con verla otra vez”, confesó entre sollozos durante el encuentro. Basilisa, por su parte, afirma que siempre guardó la esperanza: “Sabía que si seguía viva, él también lo estaría. Y aquí estamos, los 2”.
El hermano que falta
Pero la historia no ha terminado. Ramón y Basilisa tienen un tercer hermano, Juan, el menor de la familia. También emigró a Sudamérica, en su caso a Montevideo, Uruguay. Desde entonces, no han vuelto a saber nada de él. “Ojalá podamos reunirnos los 3”, dice Basilisa con una sonrisa. “Sería el final perfecto para nuestra historia”.
Las autoridades gallegas y el propio programa Reencuentros con Galicia ya han manifestado su intención de ayudarles a localizar al hermano perdido. Si lo consiguen, el emotivo relato podría tener una segunda parte, tan feliz y humana como la primera.
Una historia que recuerda quiénes somos
El reencuentro de Ramón y Basilisa no solo emociona; también invita a reflexionar sobre la identidad y el valor de la familia. En tiempos en que las fronteras dividen y los ritmos modernos separan, su historia recuerda que la raíz nunca se olvida y que el amor fraternal puede sobrevivir a cualquier distancia.
Hoy, ambos disfrutan de paseos por su aldea, comparten comidas, recuerdan canciones de infancia y ríen como si fueran aquellos niños que un día jugaron juntos antes de despedirse. “El tiempo pasa, pero el cariño no se borra”, dice Ramón, mirando a su hermana con ternura.
Y es que, aunque 70 años puedan parecer una vida entera, para 2 hermanos que nunca dejaron de quererse, no son nada.
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