
Lilibet Diana Mountbatten-Windsor, hija menor del príncipe Harry y Meghan Markle, cumple cuatro años este miércoles 4 de junio. Su aniversario vuelve a poner en el centro de la escena el significado de su nombre, un homenaje directo a su bisabuela, la reina Isabel II, y el inicio de una de las controversias más comentadas del ámbito real en la última década.
El nombre Lilibet tiene un trasfondo familiar profundo. Surgió en la infancia de Isabel II, cuando la futura soberana no lograba pronunciar correctamente su propio nombre. Jorge V, su abuelo y monarca británico, empezó a llamarla Lilibet, apodo que desde entonces quedó reservado al círculo más íntimo de la familia real. Amigos cercanos y miembros de la realeza utilizaban el mote como expresión de cariño excepcionalmente cercana.
Cuando en 2021 Harry y Meghan anunciaron que su hija llevaría ese nombre de pila, muchos lo recibieron como un gesto de afecto hacia la reina. Sin embargo, hubo reacciones encontradas desde el Palacio de Buckingham. Diversos medios británicos, incluido el Daily Mail, difundieron que la monarca habría expresado malestar por lo que interpretó como una apropiación personal. De acuerdo con la biografía sobre el Rey Carlos escrita por el periodista Robert Hardman, Isabel II llegó a comunicar a un asesor: “No soy dueña de los palacios, no soy dueña de las pinturas, lo único que poseo es mi nombre. Y ahora me lo han quitado”.

La polémica se profundizó cuando los duques de Sussex aseguraron públicamente que habían consultado a la reina antes de tomar la decisión. Según la versión oficial de la pareja, Isabel II fue la primera persona a la que Harry llamó tras el nacimiento y, durante esa conversación, le trasladó el deseo de rendirle homenaje escogiendo el apodo familiar.
Sin embargo, el corresponsal real de la BBC, Jonny Dymond, desmintió tal afirmación y citó a una fuente cercana al palacio: jamás existió tal consulta. La noticia encendió un cruce de declaraciones y desembocó en acciones legales. El despacho de abogados de los Sussex, Schillings, remitió una carta a la BBC negando categóricamente la información y advirtiendo consecuencias judiciales por difamación si algún medio repetía la versión sobre supuesta falta de consentimiento de la reina.
En paralelo, el Palacio de Buckingham marcó distancia. Si bien la familia real utilizó sus canales oficiales para felicitar públicamente el nacimiento de la niña, de puertas adentro rechazaron toda presión para respaldar el relato público de Harry y Meghan. Según Hardman, los responsables de comunicación palaciega no quisieron verse forzados en la estrategia mediática de los duques, y descartaron cualquier tipo de apoyo formal a la posición de la pareja, lo cual influyó en que las amenazas legales no prosperaran.
Con el tiempo, nuevas preguntas rodearon la elección del nombre. Entre ellas, la revelación de que Harry y Meghan registraron el dominio de internet “Lilibet Diana” antes de que naciera la niña. El hecho alimentó dudas acerca de si realmente existió el consentimiento previo de Isabel II o si la operación respondió a una estrategia de imagen cuidadosamente planificada.
Más allá de la polémica, el nacimiento de Lilibet marcó un cambio en la popularidad del nombre. Antes de 2021, contadas niñas en el Reino Unido llevaban ese nombre: en 2022 la cifra ascendió a 29 y en 2023 otras 39 recién nacidas recibieron la misma denominación, según los registros oficiales.