El crimen a patadas en un baño público que desafió la política militar “no preguntes, no digas” y sacudió a la Marina de EEUU

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Allen Schindler sufrió una ferozAllen Schindler sufrió una feroz paliza en un baño público

Lo mataron porque era homosexual. Y porque días antes de su asesinato se había declarado como tal ante sus superiores de la Armada de Estados Unidos, en especial los del barco donde servía como suboficial de radio de tercera clase, a bordo del buque de asalto anfibio Belleau Wood, una nave bautizada con el nombre de una legendaria batalla de la Primera Guerra Mundial. Había pedido la baja y que lo protegieran de las amenazas veladas, y no tan veladas, de sus camaradas de arma. No se la dieron.

El martes 27 de octubre de 1992, hace treinta y tres años, Allen R. Schindler Jr., de veintidós años, entró en un baño público del parque Sasebo, cercano a la base naval de Estados Unidos en esa localidad vecina a Nagasaki, Japón. Lo siguieron dos tripulantes de su barco: el marinero Terry M. Helvey, del departamento meteorológico del “Belleau Wood” y su cómplice, Charles E. Vins. En el interior del baño, Helvey golpeó, pateó, estranguló y asesinó a Schindler. Vins, que de algún modo participó de la paliza mortal pero luego, en el juicio seguido a Helvey, llegó a un acuerdo con la fiscalía para atenuar su participación en el asesinato, lo describió con macabra precisión: “Parecía que Helvey estaba pateando una pelota de fútbol. Seguía oyendo golpes sordos cada vez que lo pateaba. Helvey pateó a Schindler en el lado izquierdo de la cabeza al menos cinco o diez veces con mucha fuerza. Había sangre por todas partes. La cara de Schindler estaba cubierta de sangre. Helvey entonces se agachó y empezó a patear y pisotear el pecho y el torso de Schindler. Todo sucedió muy rápido. Usó el pie derecho la mayor parte del tiempo. No podría decir cuántas veces pateó y pisoteó su pecho, pero fueron varias. Duró al menos treinta segundos. Lo último que hizo antes de que me fuera, fue pisotear la garganta de Schindler. Pisó su garganta con mucha fuerza y luego puso todo su peso sobre ella”.

Así llegó al final una dramática historia de vida, una vida que pudo ser salvada y no lo fue por prejuicios, por odio, por resentimiento, por fanatismo y por estupidez. La muerte de Schindler desató un debate que todavía no terminó sobre la homosexualidad en las fuerzas armadas de Estados Unidos, un debate a menudo silenciado en los ejércitos de otros países, que dio origen a la ley “Don’t ask, don’t tell – No preguntes, no digas”, que fue abolida en 2011 por inútil y por hipócrita.

Allen Schindler había nacido el 13 de diciembre de 1969 en Chicago Heights, Illinois. Era hijo de Allen y de Dorothy Hajdys Clausen, una pareja que se separó cuando Allen tenía cuatro años. Era el tercero de cuatro hijos, con dos hermanas mayores y un medio hermano menor. Era también de familia de marinos: su abuelo había combatido en la Segunda Guerra Mundial y su padrastro había sobrevivido por milagro al hundimiento del “USS Arizona” cuando el ataque japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941. El Arizona es hoy una gigantesca tumba colectiva de un millar de marines muertos aquel día.

Schindler se alistó en la armada cuando cursaba el tercer año en la escuela secundaria y se graduó en la Estación Naval de los Grandes Lagos en noviembre de 1988: sirvió durante cuatro años como operador de radio en el “USS San José”, el “USS Midway” y el “USS Belleau Wood” de su mal destino. Según sus cartas, en enero de 1991 y a bordo del “Midway”, pasó los once meses más felices de su corta carrera militar y hasta recibió una distinción por su participación en la campaña “Tormenta del Desierto”, la operación militar internacional, liderada por Estados Unidos, para liberar a Kuwait de la invasión iraquí a cargo de las tropas de Sadam Hussein.

La madre de Allen SchindlerLa madre de Allen Schindler se puso al frente del pedido de justicia por su hijo

En diciembre de ese año, Schindler fue transferido al “Belleau Wood” que fue el buque donde empezó el acoso de sus camaradas por su condición de homosexual.

Según relataron varios de sus camaradas, Schindler se quejó varias veces ante la cadena de mandos del buque por el “acoso anti gay” que iba desde ataques personales, pequeños robos, varias veces le sellaron con pegamento su casillero de ropa hasta comentarios amenazantes del tipo, “Hay un maricón en este barco y debería morir”. Nunca tuvo respuesta a sus presentaciones reglamentarias. En septiembre de 1992 pidió ver al capitán del Belleau Wood, pero le negaron la solicitud. Durante el viaje desde San Diego, California, a Japón, el buque hizo escala en Pearl Harbor, Hawái y, ya de camino a su destino final, Schindler cometió una audacia: transmitió por radio un mensaje no autorizado y en clave, una clave fácil de descifrar: “2QT2BSTR8”. En buen inglés eso significa “Too cute to be straight” y en buen castellano: “Demasiado lindo para ser heterosexual”. Es un lema gay, entre irónico y desafiante. El mensaje, que circuló por líneas seguras, pudo llegar a gran parte de la Flota del Pacífico.

El 24 de septiembre, Schindler se reunió por fin con el oficial ejecutivo y el capellán del buque. Ante ellos declaró de modo formal ser homosexual y pidió dos cosas: su traslado y la baja de la Marina. Dijo lo mismo a su oficial, el capitán Douglas Bradt, y al oficial jurídico del “Belleau Wood”, capitán Bernard Meyer. Ambos le dijeron que el trámite de su baja iba a demorar al menos dos semanas y le pidieron que, hasta entonces, permaneciera en el barco, una propuesta que Schindler aceptó a pesar de que tenía miedo por su vida. Al día siguiente lo sometieron a una especie de audiencia jurídica militar abreviada por aquel mensaje radial no autorizado. Schindler pidió una audiencia privada pero el capitán Bradt no sólo la negó, sino que la convirtió en un acto de puertas abiertas del que tomó parte gran parte de la tripulación. En ella, Schindler no admitió su homosexualidad en forma abierta, como lo había hecho días antes: le rebajaron de rango y le impusieron una restricción de treinta días a bordo. No pudo dejar el “Belleau Wood” hasta pocas semanas después, cuando el buque amarró en Sasebo, cuatro días antes de su asesinato. Sus últimos días de vida los pasó al frente de una nueva actividad: enseñó defensa personal a los tripulantes y deslizó algunos mensajes de activismo político; también entabló amistad con tres artistas civiles que, luego, hicieron que los terribles detalles de su asesinato salieran a la luz.

El asesinato de Schindler tuvo otros testigos, además de sus brutales asesinos. Uno de ellos, Jonathan Witte, entró al baño del parque de Sasebo cuando Helvey pateaba a Schindler: diría después que el asesino cantaba mientras golpeaba a su camarada. Witte corrió entonces para convocar a un grupo de guardacostas que patrullaban cerca y que llegaron de inmediato: al verlos, Helvey y Vins, los asesinos, huyeron. Witte había conocido a Schindler un par de días antes a bordo del buque anfibio, pero todo lo que vio en aquel instante fue a un marinero tirado en el suelo, que pugnaba por respirar con la boca llena de sangre; sus heridas eran tan graves, la cara estaba tan desfigurada que Witte no pudo reconocerlo. Llevaron al herido a uno de los hospitales de la base naval cerca de las doce de la noche del 27 de octubre. Schindler fue declarado muerto nueve minutos después de iniciado el 28.

Durante el juicio que le siguieron a los criminales, los médicos forenses describieron las heridas detectadas en la autopsia: “Al menos cuatro heridas mortales en la cabeza, el pecho y el abdomen, ocho costillas rotas, la cara y la cabeza aplastadas, y los globos oculares estallados; la nariz rota, la mandíbula superior rota; hematomas y cortes en el cuello, la cabeza y el pecho; hematomas en el cerebro, los pulmones y el corazón; el pericardio contenía doscientos cincuenta mililitros de sangre; los golpes en el pecho le habían desgarrado la aorta; su vejiga estaba desgarrada, el pene magullado y había marcas de pisadas de zapatillas en la frente y el pecho”. El tribunal pidió a Witte, el marino que había ayudado a Schindler en sus últimos instantes, que explicara en detalle el escenario del crimen; pero Witte se negó porque en la sala estaban la madre y la hermana del muerto. El forense que practicó la autopsia comparó las lesiones de Schindler con las sufridas por alguien a quien hubiera pateado y pisoteado un caballo, y “similares a las que podría sufrir cualquier persona en un accidente de autos a alta velocidad”. La mamá de Schindler, que con los años se convertiría en una líder de los movimientos de defensa de los derechos LGBT, quiso ver otra cosa en el cuerpo deshecho de su hijo: “Casi todo estaba dañado, menos su corazón”.

La madre de Allen SchindlerLa madre de Allen Schindler en una de las marchas en Estados Unidos

La homosexualidad fue siempre motivo de preocupación en los ejércitos, con excepción del ateniense que basaba la fuerza de sus armas en la protección mutua de sus soldados que repetían un lema: “No abandonaré a mi amigo en la batalla”, en el que se le daba una amplia acepción a la etimología de la palabra “amigo”. Preocupación, censura y penalización no hicieron desaparecer la homosexualidad de las filas militares: sólo la castigaron. Durante la Guerra de la Independencia Estadounidense, se definía como sodomía el sexo anal u oral y se penalizaba con la expulsión deshonrosa de las filas. En 1778 fue castigado así el teniente Frederick Gotthold, el primer registro histórico de una expulsión de ese tipo, aprobada con la firma de George Washington, uno de los padres fundadores de ese país.

Ese código rigió hasta 1942, en plena Segunda Guerra, cuando las fuerzas armadas decidieron apartar por completo a los homosexuales y establecieron un filtro en el proceso de reclutamiento y medidas especiales en los códigos de investigación interna: a todo acusado de ser homosexual o bisexual le explicaban la ley de sodomía y lo expulsaban con deshonor, según la sección ocho del código militar, lo que le impedía acceder a todos los beneficios que recibía un veterano común.

A lo largo de cuatro décadas desde la participación de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial nunca estuvieron claras ni las cifras que podían demostrar cierta “eficacia” en el proceso de segregación de homosexuales de las filas militares, incluidos los rechazados durante el proceso de reclutamiento, ni las certezas que esos procedimientos podían deparar. Por ejemplo, durante la guerra de Vietnam muchos heterosexuales fingieron ser homosexuales, o declararon serlo, para librarse de ir al combate; en cambio, los homosexuales que sí querían tomar partido en aquella guerra, lograron eludir el filtro inicial del reclutamiento, o mintieron, y se integraron a las filas.

En 1957, un documento que llevaba el pomposo nombre de “Informe de a bordo designado para preparar y presentar recomendaciones al secretario de la armada para la revisión de las políticas, procedimientos y directivas que atañen a los homosexuales”, y que con sabia prudencia fue conocido como “Informe Crittenden” revelaba que las personas identificadas como homosexuales “no presentaban más riesgo para la seguridad que los identificados como heterosexuales”, y que no existían indicios racionales para excluirlos de la armada estadounidense. Pero el informe no recomendó ningún cambio en las regulaciones de las que daba cuenta.

La presión sobre los homosexuales varió siempre en virtud de las necesidades militares. En tiempos de guerra, las normas se flexibilizaban un poco, todas teñidas de una hipocresía, un doblez y una falsedad circenses. Hasta 1981 existió en las fuerzas armadas americanas una regla no escrita a la que, con descarada sorna, bautizaron “Queen por a day – Reina por un día”, que permitía permanecer en el ejército, dentro de la mayor discreción, a todo acusado que afirmara que sólo había mantenido relaciones homosexuales una sola vez en su vida.

En 1981, ante los miles de casos llevados a la justicia civil estadounidense a raíz de las regulaciones sobre homosexualidad en las fuerzas armadas, el Pentágono firmó una directiva que establecía una nueva regulación. “La presencia en el ámbito militar de personas que mantienen conducta homosexual –afirmaba– o que por sus afirmaciones demuestra propensión a la conducta homosexual, afecta seriamente el cumplimiento de la misión militar. La presencia de tales miembros afecta adversamente la capacidad de mantener la disciplina en las fuerzas armadas, al buen orden, y la moral; al fomento de la mutua confianza y seguridad entre las tropas; a la integridad del sistema de rangos y mando; a la asignación y despliegue mundial de los miembros del servicio que frecuentemente deben vivir y trabajar en condiciones próximas con mínima intimidad; al reclutamiento y conservación de los miembros de las fuerzas armadas; al mantenimiento de la aceptación pública del servicio militar; y para evitar brechas en la seguridad”.

Era una directiva taxativa que justificaba la expulsión y eliminaba la regla “Queen for a day”. La precisión de la nueva norma no hizo que cesara el aluvión de demandas judiciales, hasta que la Corte Suprema rechazó valorar la constitucionalidad de la medida y prefirió que ese rango fuese tratado por las cortes menores hasta que los legisladores establecieran nuevas medidas. Los 80 fueron los años en los que la mayor parte de la opinión pública empezó a mostrar su apoyo a los homosexuales que querían ser miembros de las fuerzas armadas o que formaran parte de ellas, y juzgó que las investigaciones sobre la orientación sexual de los militares era una virtual caza de brujas,

La foto de Allen SchindlerLa foto de Allen Schindler que se convirtió en emblema de la lucha contra la homofobia en Estados Unidos

En 1992 el asesinato de Schindler y las elecciones presidenciales en ciernes llevaron a Bill Clinton, que se convertiría en presidente, a prometer eliminar esa prohibición en los códigos militares. Después de un largo proceso legislativo, la norma derivó en un compromiso que se conoció como “Don’t Ask, Don’t Tell – DADT - No preguntes, no digas”. Consistía en que, de manera oficial, las prácticas homosexuales en las fuerzas armadas seguirían prohibidas; pero ahora, el ejército dejaría de preguntar en el proceso de reclutamiento por la orientación sexual de los candidatos y se comprometía a no investigar la vida sexual privada de los militares en actividad. Por su parte, los homosexuales tenían la obligación de no realizar prácticas sexuales durante su servicio, no revelar su condición o hacer algo que la revelara, como casarse con alguien de su mismo sexo: si no cumplían, eran dados de baja.

Diecisiete años después, el presidente Barack Obama anunció en un discurso de la Human Rights Campaign, que pondría punto final a la norma de 1991. Después de dos intentos frustrados de revocar la ley DADT, con la oposición republicana liderada por el entonces senador John McCain, un veterano de Vietnam que había sido prisionero de guerra, el Senado americano revocó la ley el 18 de diciembre de 2010 por sesenta y cinco votos contra treinta y uno. Dos días antes lo había hecho la Cámara de Representantes por doscientos cincuenta votos a favor y ciento setenta y cinco en contra. Obama firmó la derogación el 22 de diciembre de 2010: “A partir de ahora, no tendremos que pedir a miles de personas que vivan una mentira para servir al país que tanto aman. (…) El sacrificio, el valor y la integridad ya no vendrán determinados por la identidad sexual, como no vienen determinados por la raza o el género”.

Los días que siguieron al asesinato de Schindler en 1992 fueron complejos; la Armada evitó dar detalles de su muerte ni a los medios ni a su familia; fue en especial parca con su madre, Dorothy Hajdys Clausen. Las autoridades ocultaron el libro que Schindler llevaba a bordo del “Belleau Wood” en el que describía un historial completo de los acosos que había padecido; la Armada también negó haber recibido sus denuncias y se negó incluso a publicar el informe de la policía japonesa sobre el asesinato. Varios camaradas del muchacho asesinado denunciaron haber sufrido persecución y amenazas después de su muerte, para que guardaran silencio. Uno de ellos, Keith Sims declaró haber denunciado a los asesinos, Helvey y Vins ante el oficial jurídico del buque, el capitán Bernard Meyer, pero que nadie hizo nada. A Vins se le siguió un juicio marcial que no fue informado a la madre de Schindler, una grave falla que la Armada calificó como “error burocrático”.

Durante el juicio que le siguieron al asesino, Helvey negó haber asesinado a Schindler porque era homosexual. Pero el investigador de la Armada, Kennon Privette, presentó como prueba en su contra el interrogatorio que le habían hecho a Helvey al día siguiente del crimen Dijo que Helvey le había dicho que odiaba a los homosexuales: “No me arrepiento. Lo volvería a hacer. Se lo merecía”. Privette le recomendó entonces que mostrara algo de arrepentimiento y Helvey culpó a la Armada: “Lamento que este incidente ocurriera y siento que podría haberse evitado si no se hubiera permitido el ingreso de homosexuales en la marina”. Por fin, el 3 de mayo de 1993, para evitar ser condenado a muerte, Helvey se declaró culpable de asesinato no premeditado y enfrentó una condena a cadena perpetua. La recibió el 27 de mayo de 1993, junto a su baja deshonrosa.

Allen Schindler fue sepultado conAllen Schindler fue sepultado con honores militares, en el Evergreen Hill Memory Gardens en Steger, condado de Will, Illinois

Allen Schindler fue, desde su muerte terrible, un faro en el camino de los derechos homosexuales en Estados Unidos. Su historia fue reflejada en series de televisión, en libros y en películas, incluido un homenaje de 2001 de MTV a las víctimas de crímenes de odio. Su mamá, Dorothy, se convirtió en una activista por los derechos de los homosexuales. Recibió varios premios internacionales, fue emblema de la Marcha sobre Washington por la Igualdad de Derechos y la Liberación de Lesbianas, Gays y Bisexuales de 1993 y en 2011 celebró la derogación de la ley “Don´t Ask, don’t tell”. Schindler está enterrado, fue sepultado con honores militares, en el Evergreen Hill Memory Gardens en Steger, condado de Will, Illinois. La fecha de su muerte figura en la lápida como la del 28 de octubre de 1992, de acuerdo con el dictamen médico.

Su asesino Terry Helvey cumplió ya treinta y dos años de cárcel. Su cómplice, Charles Vins llegó a confesar que había tomado parte de la paliza a Schindler. Pero se le permitió llegar a un acuerdo con la fiscalía: a cambio de declarar contra Helvey, se declaró culpable de tres delitos menores: omisión de denuncia, encubrimiento de un delito y resistencia al arresto: recibió una condena de cuatro meses, cumplió setenta y ocho días y recibió la baja no deshonrosa de la Armada.

Helvey pasó encarcelado hasta 2024 en el Cuartel Disciplinario de los Estados Unidos, más conocido como la Prisión Militar de Fort Leavenworth. Desde 2024, pasa sus días tras las rejas de la prisión federal de Greenville, Illinois. Es el recluso 13867-045. Por ley, desde 2002 puede ser candidato a la libertad condicional.

La pidió por última vez en 2024. Se la negaron.

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