
La Revolución Ciudadana ha decidido no asistir a la posesión de Daniel Noboa como presidente de la República este 24 de mayo de 2025. La bancada en lugar de honrar su responsabilidad institucional, optó por el camino del espectáculo político: el de la victimización eterna, el del desconocimiento del adversario y la narrativa del fraude sin pruebas.
En un comunicado cargado de adjetivos, el correísmo volvió a refugiarse en el discurso que lo ha sostenido desde su salida del poder: todos los que no están con ellos, están contra la democracia. Irónicamente, lo hacen desconociendo una elección reconocida por el órgano electoral, sin ofrecer evidencia concreta, ni agotar recursos legales, sino simplemente proclamando que “Noboa es ilegítimo” porque no ganaron. Esta lógica, peligrosa y antidemocrática, transforma la política en una trinchera emocional: o se les aplaude o se es parte de una farsa.
Peor aún, pretenden abanderarse de la defensa de la verdad y la democracia mientras se niegan a participar del acto institucional más básico en cualquier república: la posesión del presidente elegido en las urnas. No están defendiendo principios, están despreciando el pluralismo, el disenso y el respeto por el resultado electoral.
Las críticas a la gestión de Noboa pueden y deben existir, pero hacerlo desde la distancia cómoda del comunicado, sin ejercer el rol que les otorgaron las urnas —fiscalizar, debatir, legislar—, demuestra más cálculo político que valentía. Denunciar baja ejecución presupuestaria mientras bloquean proyectos desde la Asamblea o guardan silencio frente a su propio pasado reciente es, como mínimo, incoherente.
Y lo más revelador: acusan al presidente de narcisismo mientras se atribuyen la misión mesiánica de “defender la historia” y se ensalzan como líderes seguidos “por convicción”. El culto a la personalidad, al parecer, no molesta cuando se trata del propio líder ausente o cuando se trata de defender regímenes criminales dictatoriales como el de Maduro en Venezuela, el de Evo Morales o Arce Catacora en Bolivia, el de Ortega en Nicaragua o el de los Castro en Cuba.
La Revolución Ciudadana podría al menos hacer el intento de marcar un punto alto: ser una oposición firme, crítica y responsable, pero a estas alturas ya todos sabemos que no tienen nada de demócratas, peor aún de republicanos. En su lugar, eligió la protesta simbólica, el comunicado ampuloso y el berrinche político. No asistieron a la posesión. El problema es que tampoco parecen estar dispuestos a asistir a la realidad.
*Francisco Endara Daza es ingeniero, estudió derecho internacional. Fue candidato a la Asamblea Nacional de Ecuador. Asesor en tecnología. Analísta político.