“El desafío clave es cómo conciliar los intereses de seguridad, la agenda que tiene Estados Unidos, con las necesidades de desarrollo que tiene América Latina”, dijo Martín Redrado, ex presidente del Banco Centra del Argentina, en el panel sobre “Seguridad económica y seguridad nacional” de la 10º Conferencia de Seguridad Hemisférica que organiza el Instituto Jack D. Gordon de la Universidad Internacional de Florida (FIU) en Miami. “La oportunidad radica en que nuestros países se comprometan con la seguridad nacional y Estados Unidos se comprometa con nuestras necesidades de desarrollo”.
La mesa redonda reunió, además de a Redrado, a Gerard Johnson, consejero superior para el Caribe de SEAF, grupo internacional de gestión de inversiones para el crecimiento de pequeñas y medianas empresas; y Sylvia Cesaratto, cónsul general de Canadá en Miami; con la coordinación de Arantxa Loizaga de NBC Universal Telemundo. Y uno de los temas más desarrollados fue el modo en que China está expandiendo su influencia en la región mediante el comercio y las inversiones en infraestructura, con instalaciones que tendrían el potencial de un doble uso, también militar.
“Incluso los puentes y la infraestructura física ofrecen oportunidades para recopilar datos de manera continua”, dijo Johnson en alusión a la recolección de inteligencia. El ex funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) subrayó que la influencia china en el Caribe presenta aspectos duraderos: “Eso muestra el aspecto de legado de la jugada china en la región, que va más allá de las actuales ofertas de financiamiento”.
Redrado identificó tres áreas principales de penetración china: “Una es el comercio. La otra es la inversión en infraestructura con la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Y la tercera, menos percibida, es el uso dual de la infraestructura”. Redrado destacó específicamente el puerto de Chancay, en Perú, y el posible desarrollo de un puerto comercial en Tierra del Fuego, Argentina.
“En caso de un conflicto entre China y Estados Unidos, esta infraestructura podría utilizarse con fines militares”, advirtió el ex funcionario argentino, actualmente investigador del Instituto Gordon de FIU, durante su intervención en el panel de la #HSC2025.
La cónsul Cesaratto contó que su país desarrolló un “índice de exposición a China” que evalúa factores como comercio, inversión extranjera directa, proyectos de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, y presencia empresarial. “Hay algunos países que están muy expuestos a China. Por supuesto, aquellos que conocemos intuitivamente, como Venezuela, o quizás otros de los que no hablamos lo suficiente, como Jamaica, Guyana, Dominica, Bahamas, Ecuador y Perú”, explicó Cesaratto.
China ha trabajado “asiduamente” —enfatizó— para mejorar su imagen en la región, en particular durante la pandemia, cuando fue “uno de los primeros países en ofrecer vacunas”. También es un país muy activo en las redes sociales, agregó, que “proporciona entrenamiento a periodistas de la región, y no critica abusos de derechos humanos o retrocesos democráticos, a diferencia de Canadá y Estados Unidos”.
Los panelistas abordaron el dilema que enfrentan los países latinoamericanos: necesitan inversiones para su desarrollo pero deben considerar las implicaciones de seguridad asociadas con la dependencia de China. “A veces digo que cuando te reúnes con un funcionario estadounidense, lo que obtienes típicamente es un consejo, y cuando te reúnes con un funcionario chino, lo que obtienes es una carretera o un aeropuerto”, comparó Redrado la perspectiva de los países de la región ante las diferentes aproximaciones de las grandes potencias.
El economista argentino propuso áreas donde los intereses de Estados Unidos y América Latina podrían alinearse, incluyendo minerales críticos, infraestructura digital (particularmente ciberseguridad), energía nuclear, cadenas de suministro y presencia marítima en el Atlántico Sur y la Antártida.
“Nuestros intereses coinciden, por ejemplo, en minerales críticos. Hasta ahora el elemento crítico es que la inversión china en nuestra región ha sido principalmente extractiva. Así que no ha dejado valor agregado, no ha creado empleo para nuestra población local”, puso como ejemplo. “Y Estados Unidos tiene una necesidad crítica de mover las cadenas de suministro de lugares que han sido probados en tiempos difíciles, como en la pandemia, y no resultaron confiables”.
Durante la mesa de seguridad económica en la #HSC2025, los expertos identificaron varias oportunidades para fortalecer las relaciones económicas entre Estados Unidos y América Latina como contrapeso a China.
Johnson destacó el potencial de la transición energética en el Caribe: “Lo que estamos trabajando en SEAF es la transición a la energía solar. Eso realmente importa debido a la vulnerabilidad del Caribe y la gran cantidad de divisas que se utilizan para pagar energía importada”. Es entre tres y tres veces más cara que en Estados Unidos, explicó.
Cesaratto dedicó un momento al tema de los aranceles que impuso el gobierno de Donald Trump: “Fue un shock externo muy grande. Y una de las cosas que hicimos inmediatamente fue anunciar aranceles de represalia que fueron medidos y muy estratégicos”. Y recordó el volumen del comercio de su país: “Compramos más de Estados Unidos que China, Japón, Reino Unido y Francia combinados. Y más del 75% de nuestras exportaciones están destinadas a Estados Unidos”
En cuanto al enfoque canadiense sobre China, lo describió como “tridimensional”: “Competimos, desafiamos y, cuando podemos, cooperamos”. La diplomática señaló que Canadá compite con China principalmente en las industrias extractivas: las empresas canadienses representan “más de la mitad de nuestros activos mineros en la región latinoamericana”.
Redrado habló sobre el caso de Rumania y la construcción de pequeños reactores nucleares como un modelo: “En Rumania, el gobierno anterior de Trump fue capaz de eliminar la influencia china y desarrollar básicamente una planta de energía nuclear de alrededor de USD 4.000 millones. Podríamos tener proyectos así en América Latina, en particular en México y en Argentina, ya que ambos países han desarrollado un buen camino en su capacidad científica”.
Antes de la mesa sobre economía, habló el almirante Alvin Hosley, jefe del Comando Sur, y tres expertos en política exterior estadounidense: el embajador Frank Mora, exrepresentante de Washington ante la OEA; Dan Restrepo, exasesor del Consejo de Seguridad Nacional durante el gobierno de Barack Obama; y Juan Cruz, quien ocupó el mismo cargo en el primer Gobierno de Trump.
Uno de los temas centrales al abordar la estrategia del país hacia América Latina y el Caribe fue, desde luego, la migración, a la que Cruz calificó como “el pilar migratorio de la crisis”. Restrepo destacó que la administración Trump priorizó la migración no como un fenómeno a gestionar, sino como una amenaza a combatir: “El gobierno dejó claro desde la primera semana que los países que no cooperaran enfrentarían un conjunto de herramientas de presión para lograr el resultado deseado”.
Ambos coincidieron en que la estrategia de Trump se caracterizó por la incertidumbre. Restrepo afirmó: “La incertidumbre no es un error, es una característica deliberada”. Esta ambigüedad, opinó, fue utilizada estratégicamente por el presidente: “Trump la ve como un mecanismo eficaz para mantener el control centralizado de las decisiones”.
Al abordar la alineación de prioridades entre Estados Unidos y América Latina, se mencionó la preocupación compartida por la inseguridad y el impacto desestabilizador de las organizaciones criminales transnacionales. Restrepo sostuvo que “existe un terreno común considerable” en cuanto al diagnóstico del problema. Sin embargo, matizó que las diferencias surgen en los enfoques: “El cómo se abordan estas amenazas marca una mayor distancia”. Lo mismo sucede con la migración, que todos coincidieron en encontrar como un desafío para todos los países del hemisferio occidental debido al colapso simultáneo de Venezuela, Haití y Cuba.
Cruz destacó el papel de dos instituciones financieras regionales: tanto el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) como la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina– han demostrado una visión estratégica en los últimos diez años, dijo. “Son dos entidades que entendieron hace tiempo que sin seguridad no puede haber desarrollo”. Sugirió que temas como el medio ambiente podrían enmarcarse desde una perspectiva estratégica para atraer más atención en Washington: “Los países se quejan de las inversiones chinas que no respetan leyes laborales ni ambientales. Eso puede ser una forma de conectar la agenda ambiental con la competencia geopolítica”.
En cuanto a los desafíos institucionales, Mora lamentó que aún no se hayan nombrado cargos clave para América Latina en el Departamento de Estado y subrayó que la falta de embajadores debilita la capacidad de interlocución regional: “La mayoría de los países no tiene su principal interlocutor con Washington, lo cual afecta la eficacia de la política exterior”.