
Denzel Washington se ha consolidado como una de las figuras más influyentes del cine. Su carrera despegó con la película Grita libertad (1987), donde interpretó al activista Steve Biko, ganándose la atención internacional. Apenas dos años después, su actuación en Tiempos de gloria (1989) le valió un Oscar al Mejor Actor de Reparto, cimentando su reputación en Hollywood.
A lo largo de los años, Washington no solo ha sido reconocido por su talento, sino también por su presencia carismática. Un ejemplo claro de esto ocurrió en 2012, cuando durante una aparición en The Jonathan Ross Show, su encuentro con Ryan Reynolds mostró una faceta más ligera del actor. Entre bromas y comentarios ingeniosos, el mítico actor respondió a los elogios de Reynolds, quien había compartido que trabajar con él era “el sueño de toda su vida”. La interacción, cargada de espontaneidad, se viralizó rápidamente, revelando un lado más relajado y divertido de la estrella.
Durante los años 90, Washington dejó su marca con interpretaciones memorables en Malcolm X (1992) y Philadelphia (1993), demostrando su rango actoral en narrativas desafiantes. Esta década destacó por su capacidad para encarnar personajes complejos con profundidad y autenticidad.

Con el cambio de milenio, la estrella de Washington continuó ascendiendo. Su papel en Día de entrenamiento (2001) le otorgó su segundo Oscar, esta vez como Mejor Actor Protagonista, por su interpretación de un detective corrupto. Su trabajo en títulos como El fuego de la venganza (2004) y American Gangster (2007) reafirma su status como uno de los grandes del cine.
A pesar de su majestuosa trayectoria y del respeto que genera por su talento, Washington también ha protagonizado situaciones que desafiaron su reputación. En el mundo del cine, donde la imagen pública es tan crucial como el talento, ciertos episodios han dibujado una sombra ocasional sobre su figura generalmente venerada.
Uno de los momentos más comentados tuvo lugar durante el rodaje de American Gangster (2007). Durante esta producción, Washington tuvo un notorio enfrentamiento con el también actor Josh Brolin. La tensión entre ambos actores escaló al punto de afectar la atmósfera en el set de filmación, causando un revuelo mediático en ese momento. Esta fricción mostró una faceta distinta de Washington, alejándose de la serenidad pública que habitualmente proyecta.
Más recientemente, durante la edición número 78 del Festival de Cannes, Washington se vio envuelto en un incidente con un fotógrafo. La situación se desarrolló en mayo pasado y provocó críticas por parte de algunos medios acreditados, que cuestionaron la actitud del actor. Este evento de tal magnitud y visibilidad reavivó la discusión sobre la personalidad de Washington, contrastando con su reputación de disciplina y profesionalismo.

A través de estos episodios, se puede entrever cómo las personalidades públicas como Washington manejan la presión constante del escrutinio mediático. A pesar de ser situaciones puntuales, han tenido un eco considerable debido al alto perfil del actor en la industria.
En el mundo del espectáculo, donde las interacciones entre actores pueden generar tanto camaradería como conflictos, el encuentro entre Denzel Washington y Ryan Reynolds durante la promoción de El invitado (2012) dejó una huella memorable. La conversación se volvió ampliamente comentada, especialmente por un comentario ingenioso de Washington.
Durante el programa de televisión The Jonathan Ross Show, el presentador Jonathan Ross señaló el profundo respeto que Ryan Reynolds había expresado hacia Denzel Washington. Reynolds había declarado que trabajar con él representaba “el sueño de toda su vida”.

Según Reynolds, compartir escenas con Washington era tan impactante que a veces olvidaba actuar, simplemente observando con admiración el desempeño de su colega.
La respuesta de Denzel Washington a estas palabras fue tan inesperada como simpática. Entre risas, replicó: “Oh, ¿entonces eso era lo que pasaba? Pensé que era un actor terrible, simplemente”. Esta declaración, hecha en un contexto de buen humor, generó risas tanto en el público como entre los otros invitados presentes, incluyendo a Keira Knightley y Tom Hardy, quienes se sorprendieron con la honestidad humorística del comentario.
Esta anécdota no solo añadía un toque de ligereza al encuentro, sino que además mostraba otra faceta de Washington, caracterizada por su habilidad para manejar situaciones con elegancia y sentido del humor.