Erin Doherty pasó de rodar en Pontefract, West Yorkshire, a convertirse en protagonista de un fenómeno internacional al recibir el Emmy a Mejor Actriz de Reparto por su papel en Adolescencia.
La serie de Netflix no solo la consagró profesionalmente, sino que la situó en el centro de un debate sobre la radicalización juvenil y la misoginia en internet. En apenas tres semanas, Doherty recogió su primer gran galardón en Los Ángeles, un salto reflejado por Grazia.
El impacto de Adolescencia fue inmediato y abrumador. En solo cinco días, la serie despertó una conversación global sobre la influencia de la manosfera y los riesgos de la radicalización online entre adolescentes.

El asunto llegó al parlamento británico y, en dos semanas, se registraron 66 millones de visualizaciones. Un mes más tarde, el guionista Jack Thorne fue recibido en Downing Street y la audiencia total alcanzó 145 millones de espectadores. Una cifra que, como enfatizó Grazia, equivale a la población de un país entero ante la pantalla.
La repercusión de Adolescencia en la conversación pública fue fulminante. Temas como la misoginia digital y la salud mental juvenil se situaron en primer plano, asuntos que Doherty considera urgentes.
En entrevista con Grazia, afirmó: “Debemos abordar nuestra situación con las redes sociales. Está cambiando cómo funcionan nuestros cerebros, y no creo que eso sea saludable para un adulto, mucho menos para un niño. Al menos la serie puso este tema en pantalla, así que ya no podemos barrerlo bajo la alfombra”.

La preocupación de la actriz va más allá de lo profesional: como hermana mayor, ha observado de cerca los retos que enfrentan los jóvenes dentro del entorno digital.
Adolescencia desmanteló viejos tabúes al exponer cómo el odio se propaga en redes y comunidades online, visibilizando un fenómeno que, hasta ahora, era subestimado. La serie facilita que padres, docentes y legisladores comprendan la urgencia de regular y acompañar el acceso de los jóvenes a internet.
El éxito de la serie consolidó a Doherty como referente de su generación. Desde una infancia difícil en Crawley, eligió personajes desafiantes y emocionalmente complejos, como la princesa Ana en The Crown, Becky en Chloe o Mary Carr en A Thousand Blows.

El productor Stephen Graham la definió en Grazia como “uno de los mayores talentos con los que he trabajado. Su dedicación y compromiso son extraordinarios”. Para la actriz, el oficio se sostiene en la autenticidad y en evitar papeles repetitivos.
Después de su papel en The Crown, Doherty rechazó encasillamientos y optó por papeles audaces, defendiendo la importancia de interpretar mujeres resilientes y profundas, lejos de los estereotipos.
“No querría hacer el trabajo si no fuera así. Me aburriría y pensaría: ¿cuál es mi propósito aquí?”, explicó. Esta determinación la distingue como una intérprete completamente comprometida con la diversidad.
En su diálogo con Grazia, Doherty subrayó la importancia de mostrar en pantalla la solidaridad femenina, sobre todo en la clase trabajadora.
“Las mujeres suelen ser enfrentadas entre sí, pero aquí son una familia, lo único que tienen. Es refrescante mostrar eso. Mucha de la historia de la clase trabajadora trata sobre ser una unidad y apoyarse mutuamente, a veces incluso más que los lazos de sangre”, afirmó.
De cara al futuro, apuesta por la representación queer. Tras su papel en Unicorn de Mike Bartlett, planteó: “¿Dónde están los papeles queer? ¿Las historias, dónde están?”.
Para Doherty, queda mucho por hacer para normalizar nuevas narrativas y ampliar la diversidad en pantalla. Además, considera fundamental que la industria escuche estas demandas sociales y brinde espacio a voces que antes no tenían lugar.
Adolescencia transformó la trayectoria de Doherty y la posicionó como voz esencial en el debate sobre juventud y misoginia online, dejando claro que la ficción puede dar forma a conversaciones urgentes en la sociedad contemporánea y alentar cambios culturales necesarios.