El camino al estrellato no siempre es una línea recta, y la historia de Edwin “Sugar” Díaz es una prueba de ello. Hoy en día, su sola presencia en el bullpen es suficiente para infundir miedo en los bateadores rivales y encender la euforia en el público.
Pero el hoy dominante lanzador de los Mets ha confesado que este éxito no fue el resultado de un amor a primera vista por la posición.
En una charla franca para MLB.com, Díaz recordó sus años de formación como beisbolista y la resistencia que sentía cada vez que le pedían subir a la lomita. El joven Edwin tenía otros planes para su carrera, y ser lanzador simplemente no era uno de ellos.
Díaz, conocido por su honestidad, reveló su frustración inicial por no poder jugar en otras posiciones. “Al principio de mi carrera odiaba ser pitcher. No me gustaba estar en el montículo, quería ser un jugador de cuadro, quería batear”, confesó Díaz.
Su deseo de participar en cada jugada y de tener el bate en sus manos era mucho más fuerte que el interés por lanzar. Sin embargo, con el tiempo y el desarrollo de su talento, su perspectiva comenzó a cambiar drásticamente. A medida que su habilidad para lanzar crecía, también lo hacía su cariño por la posición.
“Cuando vi que me estaba haciendo mejor, me empezó a gustar. Sentía que podía dominar a los bateadores”, explicó.
Esa sensación de control y dominio fue lo que finalmente encendió la llama que lo llevó a convertirse en el formidable cerrador que es hoy. Con el tiempo, su aversión se transformó en la pasión que hoy lo define como una de las figuras más respetadas y temidas del béisbol moderno.
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