Cubanos esperan al poderoso huracán Melissa entre extensos apagones y un extraño virus

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Isaac, jornalero agrícola de 34 años, suda a chorros debajo del zurcido mosquitero. Un terrible dolor en las articulaciones le impide levantarse de la cama que fue de sus abuelos. Entre los tablones de madera de su choza con piso de cemento pulido y techo de tejas acanaladas se filtran los rayos del sol. Un gallo desafinado canta a lo lejos. Su esposa le echa por el cuerpo un ungüento casero y para aliviar el dolor le da media jarra de un cocimiento preparado con hojas de ciruelas.

Isaac, su mujer y sus dos hijos están enfermos de una rara arbovirosis. Según el médico que reside a dos kilómetros del caserío, lo mismo puede ser dengue hemorrágico en su variante más letal, oropuche o chikungunya. “O tal vez pueda ser un tipo de Covid o un misterioso virus sin identificar, no sé”, le dijo el doctor. Isaac reside en el municipio Jiguaní, provincia Granma a más de 800 kilómetros al sureste de La Habana.

El doctor le recetó cocimiento de hojas de ciruelas y un ungüento que combina diversas yerbas medicinales con cúrcuma. "Ese brebaje es lo último que trajo el barco. Si tuviéramos dinero suficiente compraríamos duralgina, paracetamol o ibuprofeno. Pero la necesidad te hace parir hijos machos”, comenta la esposa. “En tres leguas a la redonda todo el mundo ha cogido el virus. La fiebre puede subir a más de 40 y el dolor en los huesos te hace llorar. Tengo que sacar fuerzas de dónde no hay para trabajar y mantener a mi gente”, dice Isaac.

El jornalero agrícola y su familia viven al día. Comen lo que aparezca y el futuro es un signo de interrogación. "Quisiera emigrar a Honduras, a Serbia, a cualquier parte, me da igual. Vivir en un país donde el salario te alcance para comer”. Los apagones en el caserío son de 20 a 30 horas diarias. “Lo que hay son alumbrones de una o dos horas. A veces ni eso”. La lista de calamidades es larga: escasez de alimentos, medicinas y una pésima calidad de vida.

“En este país ya no hay ni vergüenza. El gobierno nos miente una y otra vez. Y lo peor es que no asume su responsabilidad del actual desastre. Ni siquiera dan una disculpa pública al pueblo y en cualquier momento se largan con todo el dinero que se han robado. Lo que queda es el sálvese quien pueda”. Isaac y su familia pertenecen al 89% de la población cubana que roza la pobreza extrema, no tiene parientes en el exterior y nunca ha tenido un billete de 20 dólares en sus manos. “Si no tienes dólares en Cuba eres out por regla. En Juiguaní, el marabú abarca grandes extensiones de tierra, pero en cualquier sitio del pueblo abren una tienda en divisas”.

Con dos días de retraso, debido a los extensos apagones que impide ver televisión o conectarse a internet, Isaac supo que el martes 28 de octubre, metereólogos cubanos y extranjeros pronostican que por algún lugar de la costa sur de la región oriental, el poderoso huracán Melissa, con rachas de vientos superiores a 230 kilómetros por hora y probablemente con categoría cuatro o cinco, impacte por el este de la isla. “Tengo el radio sin pilas. Casi nunca llega la prensa y cuando llega, hay que caminar cuatro kilómetros. El ciclón no me asusta. Lo que da miedo de verdad es la dura realidad que estamos pasando los cubanos”, confiesa Isaac.

A menos de 24 horas de que los vientos furiosos de Melissa comiencen a azotar el país, la mayoría de los residentes en las cinco provincias orientales (Guantánamo, Santiago de Cuba, Granma, Las Tunas y Holguín), no han podido acopiar reservas de alimentos y agua mi proteger sus precarias viviendas. Leónides, vecino del poblado Felicidad, en Guantánamo, a más de mil kilómetros de La Habana, recuerda que cuando pasó el último ciclón, "me fui pa’ una cueva con un saco de mangos y un litro de ron hasta que pasó la tormenta. Ahora no es época de mango, lo que hay es fongo (plátano burro). Dicen que van a dar tres libras de arroz por la libreta, pero el arroz no se come solo. Si Melissa entra con fuerza, habrá una catástrofe”.

Roger y Daimara, un matrimonio que vive en San Antonio del Sur, también en Guantánamo, aclara “que las autoridades no han repartido nada. Solo promesas y mentiras. Por el ciclón del año pasado perdimos el techo de la casa. Y todavía estamos esperando que nos vendan materiales de construcción”. En la madrugada del miércoles 22 de octubre, fuertes lluvias en algunas regiones orientales provocaron la muerte de dos personas.

Un meteorólogo explica a DLA que “la saturación de los suelos por las lluvias y deslaves de zonas montañosas puede provocar crecidas en los ríos. También se debe prestar mucha atención a los poblados cercanos a presas o micropresas. El huracán Melissa, que puede alcanzar categoría 5, tiene un desplazamiento muy lento. Si no se cumplen las orientaciones de la Defensa Civil, los daños materiales y en vidas humanas, pueden ser considerables”.

Un ex funcionario del partido comunista, detalla que “en caso de huracanes y desastres naturales se activan diversos protocolos. Pero desde hace varios años la corrupción impide que funcionen adecuadamente. Una de las causas es la falta de recursos y alimentos para proveer a los evacuados. Los ciclones son una piñata. Muchos directivos aprovechan para hacerse de comida, combustible y otros recursos. Esa evacuación de miles de personas les sirve para robar insumos. Y al día siguiente del paso del huracán, lucran con el cemento, la arena y otros materiales que nunca llegan a su destino. Aún hay familias albergadas que perdieron sus casas por causa de un ciclón en 2012”.

La dictadura castrista ya decretó la alarma ciclónica para las cinco provincias orientales. Ante el anuncio de un huracán, se activa la Defensa Civil. Se crean puestos de mando y los dirigentes del partido comunista se visten con uniformes verde olivo y emplean un lenguaje ridículo. El grisáceo gobernante Miguel Díaz-Canel ha prometido al pueblo cubano que “saldremos victorioso”, como si un ciclón fuera un enemigo de carne y hueso.

La Defensa Civil tiene previsto evacuar a 650.000 personas ante la llegada del huracán Melissa. En medio de los largos apagones y una arbovirosis que ha provocado varias muertes —el régimen no ha dado cifras— por varias zonas del país circulan antiguos camiones del ejército de la era soviética, fumigando para intentar contener el extraño virus.

Jordan, residente de Holguín, afirma que “las desgracias que padece el pueblo cubano no escampan. Cada vez estamos peor. No se vislumbra mejoría ni a corto ni a largo plazo”. Isaac coincide con él. “Lo que estamos sufriendo es un maleficio. Apagones el día entero, sin comida ni medicinas para curarnos. Y ahora un ciclón. Lo único que nos queda es encomendarnos a Dios”.

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