Cuba: Hoteles de lujo para turistas y contenedores como solución al déficit de viviendas

hace 1 mes 14

Once meses después que el huracán Oscar, con rachas de hasta 130 kilómetros por hora, comenzó a rugir en la zona de Cajobabo, municipio Imías, Guantánamo, a poco más de 1,200 kilómetros al noroeste de La Habana, Yaimari, 39 años, sigue residiendo en su casa a medio construir. El viento furioso del ciclón despegó las tejas acanaladas del techo que volaron como un papalote hasta un arroyo a casi cien metros de su precaria vivienda.

“Ni siquiera sabía que iba a pasar un ciclón por aquí. Con apagones de 18 y 20 horas diarias no tuvimos tiempo ni de cargar el celular. Pusimos unos sacos de piedra para reforzar el techo. Fue por gusto. El huracán arrasó. Y luego las lluvias dañaron los muebles y la arrocera”, recuerda Yaimari. Casada y madre de dos hijos, comenta que llevan más de diez años intentando construir su casa. “Estuve ochos años viviendo en un bajareque con piso de tierra y techo de guano. Cada vez que llovía era un drama. Y después que pasaba un ciclón había que levantar la choza de nuevo”.

En numerosas zonas rurales de la Cuba profunda se percibe una cruda pobreza. Sobreviven como pueden. Ya sea en la minería ilegal, la pesca, la agricultura o matarifes de reses que venden la carne. “En la región oriental el dinero es un lujo. El banco más cercano queda a diez kilómetros y en el cajero no suele haber efectivo. Muchas veces las cooperativas del Estado te deben dinero o te lo ponen en una tarjeta que por los apagones y la mala conectividad no se puede transferir. Hay garroteros que prestan efectivo con un 10 o 15 por ciento de interés”, explica Leonis, esposo de Yaimari.

“Tampoco el banco te da un crédito si necesitas construir una casa. Por culpa de la Tarea Ordenamiento, la mala gestión del gobierno y la inflación, un saco de cemento cuesta entre 7 mil y 10 mil pesos. Los dueños de fincas, que son los que mejor pagan, te dan 800 y hasta mil pesos por una jornada de trabajo. Pero no siempre te contratan. Pa’ levantar una vivienda decente necesitas cuando menos medio millón de pesos (equivalente a mil cien dólares en el mercado informal), conseguir esa cantidad en una zona rural es complicado. Tienes que sacrificar ganado, traficar con el café y vender muchas libras de queso blanco para reunir ese dinero”, detalla Leonis y añade:

“En la construcción de una casa con bloques y techo de placa de dos habitaciones, sala, cocina y un baño puedes demorar diez o quince años. A veces más. La familia se instala en la vivienda a medio construir. Pero cada vez que pasa un ciclón vuelves a ir para atrás. Cuando pasó el huracán Matthew en 2016, el viento destrozó el cobertizo donde guardaba la gravilla, arena y cemento. Después las lluvias arrastraron una parte del material hasta el arroyo y la otra me la robaron, aprovechando que me refugié con mi familia en una cueva”.

Yaimari no puede precisar el día, "pero en el mes de agosto, cinco o seis panzudos del gobierno provincial de Guantánamo, acompañados por funcionarios y chivatos del municipio, pasaron por el caserío para otorgarles viviendas nuevas a las familias más necesitadas. Se armó tremenda perreta. Se priorizó a los más comprometidos con la revolución. Nadie se horrorizó cuando se supo que irían a vivir en contenedores. Es tanta la pobreza que una caja oxidada de hierro les parece un hotel cinco estrellas”.

El proyecto gubernamental, en un país sin cemento, ladrillos ni acero, ha sido descrito por la prensa estatal como una solución al déficit de viviendas que ronda el millón. El programa se inició en agosto en las provincias de Guantánamo y Las Tunas. Según un funcionario del partido comunista tendrán prioridad aquellas familias que perdieron sus casas durante el paso del huracán Oscar.

En diversas fotos y videos publicados en medios oficiales se observa un grupo de contenedores que todavía muestran las marcas de los productos que transportaban. Esas cajas eran utilizadas como anexos de empresas y locales. Ahora la dictadura verde olivo tiene un plan para que lo habiten miles de familias. Lo que más preocupa a sus futuros inquilinos es el inconveniente de residir en una casa de metal en pleno calor tropical.

A Duany, residente en San Antonio del Sur, que perdió su choza tras el paso del huracán Oscar, funcionarios municipales le han ofrecido un container como vivienda. “Hay que ver cuál es el estatus de propiedad de ese cajón metálico. Si es arrendado por el Estado o la persona es propietaria. Si uno es el dueño, podría vivir en esas condiciones carcelarias mientras construyo mi futura casa. Nadie espera que las empresas encargadas de acondicionarlos pongan buenos aislamientos ni mucho menos lo climaticen. Eso será al trozo. Una solución chapucera en un país gobernados por dirigentes mediocres y chapuceros”.

En Las Tunas, a 700 kilómetros al este de La Habana, los primeros “módulos habitacionales se instalarán en zonas microlocalizadas en Manatí, Puerto Padre, Jesús Menéndez, Majibacoa y la capital tunera”, describe con su habitual narrativa estrafalaria el diario Granma. Cada contenedor tendrá entre 32 y setenta y 72 cuadrados con cocina, baño, comedor y dormitorios proporcionales al número de moradores.

Las autoridades justifican el disparate de masificar a corto plazo la entrega de contenedores, en sustitución de viviendas, con el pretexto de que se utilizan en otras regiones del mundo. Un especialista del ministerio de la construcción difiere. “Se suele utilizar en Canadá y Estados Unidos, como oficina o vivienda, pero es un recurso transitorio, están climatizadas y sin riesgos de que sufras un cortocircuito, tupiciones por mala colocación de los desagües sanitarios y con un aislamiento de calidad. De lo contrario, además del calor que se multiplica en su interior, si no se acondicionan bien, esas cajas metálicas pueden convertirse en un peligroso pararrayos”.

Sancti Spiritus fue otra de las provincias que se ha sumado a la carrera de habilitar contenedores en sustitución de casas. En el territorio se han localizado las zonas de ocho municipios donde se instalaran 133 contenedores. Según el especialista del ministerio de la construcción, el “proyecto promete extenderse a lo largo y ancho de todo el país. Incluso en La Habana, donde el déficit de viviendas se agrava por los derrumbes casi a diario”.

Las quejas de miles de cubanos en redes sociales no se hicieron esperar. “Mientras los jerarcas viven a todo trapo, en mansiones robadas a sus verdaderos dueños, con aire acondicionado central, piscina, cocina equipada con electrodomésticos de última generación, con los refrigeradores desbordados de carnes y embutidos importados, y sin sufrir apagones, el pueblo que se joda. Y encima, dé gracias al gobierno por vivir en un cajón de hierro como si fuéramos un lote de carga. Los perros de los que gobiernan comen y viven mejor que nosotros”, comentaba una internauta en el muro de Facebook de Cubadebate.

El reverso de la moneda es diferente. Llamémosle Josué, arquitecto que trabaja con empresas foráneas en el diseño de hoteles de lujo para el holding militar de GAESA, con reservas en divisas calculadas en más de 18 mil millones de dólares y son dueños de más de 50 mil habitaciones hoteleras, cuenta a Diario Las Américas los nuevos proyectos turísticos de GAESA, una empresa que es un auténtico poder en la sombra.

La construcción de hoteles cinco estrellas no se detuvo en medio de la crisis multisistémica ni durante la pandemia, a pesar de que la ocupación no supera el 25 por ciento. Al contrario, acota el arquitecto, “a la docena de hoteles que se han edificado en La Habana se suman nuevos proyectos. Frente al Capitolio Nacional se va a construir el futuro hotel Payret. En Primera y B, Vedado, cerca del hotel Grand Aston, también de GAESA, entra en etapa de terminación otro hotel de lujo. Se planifica que los terrenos del antiguo diplomercado de 3ra. y 70, Miramar, se construyan tres hoteles. En la parcela frente al hotel Tritón, en 3ra. y 76, otro hotel.

"En 23 y P, en La Rampa habanera, donde antes estuvo el cabaret Montmartre, también se va a edificar un hotel. En la barriada del Vedado, piensan levantar dos más. Uno de ellos, en 27 y G, donde estuvo el hospital infantil Pedro Borrás. En La Habana Vieja, la idea es remodelar edificaciones antiguas y reconvertirlas en pequeños hoteles estilo boutique, destinados a turistas con alto poder adquisitivo. Cada hotel cuesta entre 200 y 500 millones de dólares. Sin contar que ya hay proyectos para construir condominios a corto plazo. El monto total de nueve proyectos hoteleros supera los cinco mil millones de dólares”, afirma el arquitecto.

Con esa cantidad de divisas se podrían construir doce bloques de termoeléctricas con capacidad total de 2400 watts. Desde su caserío recóndito en Imías, Yaimari hace mucho tiempo que dejó de creer en la revolución y en el actual gobierno. “En este país todo es mentira. El presidente miente, igual que los ministros y el resto de los funcionarios. Mientras estén gobernando, no van a solucionar nada. Es una falta de respeto proponerte vivir en un contenedor. Pero la mayoría de los cubanos hemos perdido la dignidad. Prefiero vivir en una cueva”.

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