Emmanuel Ferrario, docente universitario de economía del comportamiento y legislador de la Ciudad de Buenos Aires, se refirió a uno de los problemas más comunes en las grandes ciudades: la contaminación sonora. En diálogo con Infobae en Vivo, durante el programa de la mañana, que cuenta con la conducción de Gonzalo Sánchez, Carolina Amoroso, Ramón Indart y Cecilia Boufflet, detalló los efectos que tiene el ruido en la salud, la productividad y la calidad de vida de los habitantes urbanos.
Durante la conversación, Ferrario resaltó cómo el ruido, especialmente en la Ciudad de Buenos Aires, se ha convertido en una de las formas más insidiosas de contaminación. “Vivimos en una ciudad y en la ciudad hay muchos ruidos todo el tiempo”, comenzó. La naturaleza de los ruidos urbanos, como el sonido de los colectivos, las motos, las obras y, sobre todo, las bocinas, se ha convertido en un elemento permanente del paisaje sonoro en la capital argentina y otras grandes urbes.

“El uso indiscriminado de la bocina es uno de los problemas más comunes”, explicó Ferrario. La contaminación sonora afecta la convivencia, la salud y hasta el bienestar general de los ciudadanos, destacó.
Ferrario profundizó sobre cómo los ruidos constantes afectan la salud mental, ya que provoca estrés, ansiedad y una constante irritabilidad. “Esto es lo que se llama contaminación sonora, un fenómeno que no solo afecta el oído, sino también la calidad del sueño, la concentración y el bienestar general”, subrayó.
El columnista recordó que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuando los niveles de ruido superan los 55 decibeles durante el día, y 40 decibeles por la noche, las personas empiezan a experimentar molestias. En casos de exposición constante a niveles superiores a 75 decibeles, el riesgo de daños auditivos se incrementa considerablemente.

En este contexto, Ferrario señaló que la contaminación acústica en Buenos Aires es un problema alarmante. De acuerdo con la OMS, Buenos Aires es la ciudad más ruidosa de América Latina, y avenidas como Corrientes, Callao y Triunvirato superan regularmente los 80 decibeles, lo que representa niveles de ruido más altos de lo que se considera seguro y saludable. “El 70% del ruido urbano proviene de motores, especialmente el transporte público, los colectivos y las motos”, explicó, a la vez que destacó que el ruido de estos vehículos es el principal causante de la contaminación sonora en la ciudad.
Ferrario también advirtió que los efectos de la contaminación acústica no son solo una molestia. “El ruido no solo molesta, también enferma”, afirmó. La OMS y la Agencia Europea del Medio Ambiente han documentado que la contaminación acústica es responsable de 12 mil muertes prematuras al año en Europa debido a los efectos del estrés y los trastornos cardíacos causados por el exceso de ruido. “El ruido aumenta el riesgo de infartos, trastornos del sueño y genera fatiga mental”, detalló Ferrario, quien también destacó que, según las proyecciones de la OMS, mil millones de personas sufrirán pérdida auditiva para 2050 debido a la exposición continua a ruidos elevados.

“Los niños también son especialmente vulnerables al ruido”, agregó Ferrario, tras lo cual recordó que la contaminación acústica afecta su capacidad de concentración y aprendizaje. Estudios han demostrado que los ruidos intensos y persistentes en el entorno dificultan la comprensión lectora y reducen el rendimiento académico. “Esto genera una fatiga mental constante, lo que impacta no solo en el rendimiento escolar, sino también en el bienestar emocional de los más jóvenes”, explicó.
Además, destacó que las mascotas, al igual que los humanos, son muy sensibles al ruido. “Las mascotas tienen una capacidad auditiva mucho más aguda que la nuestra, por lo que los ruidos fuertes pueden generarles gran ansiedad”, explicó. Según estudios, el 45% de las mascotas sufren algún tipo de fobia a los ruidos, lo que afecta su comportamiento y su salud. Esto pone de relieve cómo la contaminación sonora también afecta a los animales que viven en nuestras ciudades, provocándoles estrés y alteraciones en su comportamiento.

Finalmente, Ferrario enfatizó que la contaminación acústica no solo es un problema ambiental, sino también social. Las ciudades deben implementar políticas públicas efectivas para reducir el ruido y promover el bienestar de sus habitantes. Entre las propuestas, mencionó la utilización de radares y cámaras de sonido para controlar el nivel de ruidos en las zonas más conflictivas, y la implementación de medidas como el uso de vidrios dobles y otras infraestructuras que ayuden a mitigar los efectos del ruido.
En conclusión, la contaminación acústica es un problema creciente en las grandes ciudades, y las declaraciones de Emmanuel Ferrario resaltan la urgencia de tomar medidas efectivas para mitigar su impacto. Con un enfoque en la salud, la productividad y la convivencia.
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