
El temperamento de los gatos siempre parece indiferente y agresivo, sobre todo si lo comparamos con la personalidad extrovertida y siempre cariñosa de los perros. Sin embargo, cada felino es distinto y puede tener una personalidad marcada por su tipo de raza, su entorno y el modo en el que fue criado.
Aun así, muchas personas pueden asegurar que los gatos tienen una forma particular de “mirar a la gente que no le agrada”, y que es tan fulminante que se podría asegurar que el “minino observa con odio”. Si bien parece una cuestión subjetiva, los gatos sí pueden tener sentimientos de desagrado ante ciertos humanos, especialmente si lo vinculan con aspectos que no le agradan: el agua, los cambios de rutina o quien no respeta sus límites.
Aun cuando los cuidadores de gatos hacen todo lo posible para que vivan felices, cubriendo todas sus necesidades físicas y emocionales, es inevitable preguntarse: “¿Me quiere o me tolera solo porque le doy de comer?”

Los gatos, a menudo considerados animales independientes y enigmáticos, pueden mostrar comportamientos que sus dueños interpretan como rechazo o incluso “odio”. Sin embargo, los gatos no experimentan emociones complejas como el odio de la misma forma que los humanos. En realidad, las reacciones de los felinos suelen estar vinculadas a emociones primarias como el miedo, la ansiedad o la incomodidad, derivadas de sus instintos de supervivencia.
De acuerdo con el artículo ¿Qué sienten los gatos?, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), una de las señales más comunes de incomodidad en los gatos es la tendencia a esconderse. Este es un comportamiento instintivo que heredaron de sus ancestros salvajes, y les proporciona una sensación de seguridad frente a situaciones que perciben como amenazantes. Usualmente, los felinos se esconden en lugares oscuros y cerrados, como armarios, cajas o debajo de muebles.
Además, los gatos pueden manifestar su malestar a través de bufidos, silbidos o incluso ataques físicos, como golpes o mordiscos. Estas reacciones son advertencias claras de que el animal se siente amenazado y necesita espacio.
Otro comportamiento que puede preocupar a los dueños es el marcado con orina sobre objetos personales. El doctor Juan Enrique Romero, especialista veterinario, explicó a Infobae que aunque este hábito suele estar relacionado con la delimitación de territorio, también puede ser una respuesta al estrés o la ansiedad, ya que el gato estaría intentando mezclar su olor con el de su dueño como mecanismo de defensa o para obtener una sensación de control.
Otra de las señales que podrían interpretarse como “odio” hacia los dueños, es el cambio en la forma en que el gato se relaciona con las personas. Por ejemplo, un minino que solía ser cariñoso y ahora evita el contacto visual, se marcha de la habitación o deja de participar en rutinas compartidas podría estar mostrando una ruptura en el vínculo con su cuidador por un manejo inadecuado de su mascota, como no comprender el lenguaje corporal del gato, forzarlo a hacer algo que no desea, recurrir al castigo o interrumpir sus rutinas establecidas.
Los cambios repentinos en los hábitos de un gato, como dejar de comer, vocalizar en exceso o acicalarse compulsivamente, también pueden indicar malestar. Según ExpertoAnimal, estos comportamientos podrían estar relacionados con problemas de salud, por lo que es esencial descartar causas médicas antes de asumir que se trata de un problema de conducta.

Los gatos no experimentan el odio de la misma manera que los humanos. En lugar de emociones complejas como el resentimiento o la animosidad, los felinos sienten emociones más básicas, como miedo, estrés, incomodidad, satisfacción o curiosidad. Sin embargo, ciertos comportamientos pueden ser interpretados erróneamente como odio, lo que lleva a malentendidos en la relación entre los gatos y sus dueños.
Para mejorar la relación con un gato es fundamental observar su lenguaje corporal. Según el doctor Juan Enrique Romero, señales como orejas hacia atrás, lomo arqueado o cola hinchada indican que el animal se siente amenazado. En estos casos, es importante no forzar el contacto y permitir que el felino se acerque a su propio ritmo. Asociar la presencia del dueño con experiencias positivas, como premios, caricias suaves o juegos, también puede ayudar a reducir el estrés del animal. Si el comportamiento agresivo persiste o aparece de manera repentina, se recomienda consultar a un veterinario, ya que podría ser el indicio de un problema de salud subyacente que requiere atención profesional.
El juego también desempeña un papel crucial en la relación con los gatos. Usar juguetes interactivos como cuerdas, pelotas o cañas estimula su instinto de caza y fomenta momentos de diversión compartida. Asimismo, dedicar tiempo de calidad es otra recomendación clave. Esto puede incluir acariciarlo, hablarle suavemente o simplemente compartir un espacio tranquilo, así como proporcionarle rascadores, juguetes, lugares elevados y cajas para explorar, pues esto satisface sus instintos y lo mantiene mentalmente estimulado.
Entender el lenguaje corporal del gato es esencial para una comunicación efectiva. Las señales como la posición de las orejas, la cola, la postura y las vocalizaciones pueden indicar si el animal desea interactuar o necesita estar solo. Evitar acariciar zonas sensibles como la barriga o la cola, si el gato muestra incomodidad, también contribuye a una relación más armoniosa.
Romero explicó que para mejorar la relación se debe tener paciencia y la constancia, especialmente si el gato ha tenido experiencias negativas previas. “Ganar su confianza puede llevar tiempo, pero con calma y respeto, es posible lograr que se sienta seguro. Además, cuidar de su salud y bienestar mediante atención veterinaria regular, una alimentación adecuada y un ambiente limpio favorece comportamientos afectivos y una mejor convivencia”.