La doctora Lucía Crivelli, neuropsicóloga (MN 33.849), en su columna semanal para Infobae en Vivo, detalló cómo los gestos, posturas y expresiones inconscientes componen casi el 70% de nuestra comunicación diaria.
El lenguaje corporal es una de las formas más potentes y a la vez menos conscientes con las que los seres humanos nos comunicamos. Así lo sostuvo la doctora Crivelli al abordar la estrecha relación entre el cuerpo, las emociones y la mente. “Lo interesante no es solo lo que decimos sin hablar, sino lo que terminamos revelando sin darnos cuenta”, planteó Crivelli al abrir su columna.
Estas declaraciones fueron realizadas en diálogo con Infobae en Vivo, durante el programa de la mañana, que cuenta con la conducción de Gonzalo Sánchez, Carolina Amoroso, Ramón Indart y Cecilia Boufflet. En este contexto, Crivelli profundizó sobre cómo nuestras expresiones faciales, movimientos y hasta la postura corporal comunican mucho más de lo que imaginamos y tienen un peso decisivo en cómo somos percibidos por los demás.

Crivelli sostuvo que el lenguaje corporal representa casi el 70% de la comunicación humana. “Pero no lo controlamos tanto”, aclaró. Esa dimensión involuntaria es lo que le otorga tanto poder como ambigüedad. “Existe esta fantasía de que podemos leer a las personas a través de su cuerpo. Y sí, podemos interpretar algunas cosas, pero siempre hay que tener cuidado con el exceso de certeza”, advirtió.
Según explicó la especialista, el lenguaje corporal puede revelar estados de ánimo, intenciones ocultas e incluso contradicciones entre lo que se dice verbalmente y lo que se expresa físicamente. “Cuando trato de leer a una persona, lo más importante es ver si lo que dice es consistente con su cuerpo”, enfatizó.
Crivelli ofreció una explicación neurocientífica que permite entender cómo y por qué nos puede traicionar el cuerpo. Según dijo, el lenguaje corporal está vinculado a tres niveles del cerebro:
- El cerebro reptiliano, el más primitivo, que regula las respuestas automáticas como alejarse de un estímulo amenazante.
- El sistema límbico, que gestiona las emociones y permite sentir agrado o rechazo según el tono de voz, la cercanía o el modo en que alguien nos habla.
- La corteza prefrontal, la parte más evolucionada, que permite regular las emociones y controlar en cierta medida lo que mostramos.
Este esquema cerebral demuestra cómo el cuerpo y la mente están profundamente conectados, y cómo a veces, pese a nuestros intentos por contener o modificar nuestras emociones, el cuerpo igual se manifiesta.

Uno de los conceptos más destacados de la columna de la experta fue el de las microexpresiones, esos gestos fugaces que duran apenas una fracción de segundo pueden revelar emociones ocultas, incluso para uno mismo. “A veces se escapan cuando quiero ocultar algo, o cuando no quiero admitir lo que siento”, explicó Crivelli.
Un ejemplo típico es cuando alguien recibe una mala noticia que en el fondo lo alegra. “Se escapa un gesto de alegría, aunque enseguida la persona recupere su compostura. Es una microexpresión que delata lo que verdaderamente siente”, agregó.
Crivelli detalló que las expresiones faciales sinceras están asociadas a siete emociones universales:
- Alegría
- Tristeza
- Ira
- Sorpresa
- Miedo
- Disgusto
- Asco
Estas emociones tienen representaciones físicas que son transversales a todas las culturas.
Una de las expresiones más estudiadas es la sonrisa de Duchenne, aquella que activa tanto la boca como los ojos y que se considera auténtica. En contraste, las sonrisas forzadas se detectan porque no comprometen toda la musculatura facial.

La neuropsicóloga también brindó ejemplos concretos de cómo leer algunas señales del cuerpo. Por ejemplo, cuando dos personas están interesadas entre sí, es común que sus pies estén orientados uno hacia el otro. En cambio, si alguien te está mirando, pero sus pies apuntan hacia otra dirección, probablemente quiera irse.
Las manos también comunican. Las palmas hacia arriba transmiten apertura, calidez y mensajes positivos. Las palmas hacia abajo, en cambio, expresan rigidez o una actitud directiva. Otro gesto revelador es frotarse las manos, que suele indicar deseo de convencer al otro. Tocarse el cuello, por su parte, denota duda o inseguridad.
Crivelli aclaró que estos gestos no deben interpretarse como verdades absolutas. “No hay gestos mentirosos o verdaderos. Lo que hay es confort o disconfort”, afirmó.
Uno de los temas más delicados que abordó la doctora fue el de la represión emocional a través del cuerpo. “Cuando reprimimos el lenguaje corporal, también estamos reprimiendo emociones. Y eso tiene un costo”, alertó.

En contrapartida, Crivelli explicó que modificar conscientemente el lenguaje corporal también puede cambiar lo que sentimos. “Hay posturas que se llaman de poder, como la postura de la Mujer Maravilla o la postura de victoria, que si las adoptamos por dos minutos antes de una situación de estrés, pueden bajarnos el cortisol y subirnos la testosterona”, explicó.
Este fenómeno se conoce como “Fake it till you make it” (Finge hasta que lo logres). Según estudios, incluso deportistas ciegos de nacimiento levantan los brazos al ganar una carrera, lo cual demuestra que estas posturas son innatas y universales.
A lo largo de la charla, surgieron ejemplos que muestran cómo el lenguaje corporal puede reflejar las dinámicas de pareja, incluso antes de que la relación termine. “La pareja de Lady Di con el príncipe Carlos [del Reino Unido] fue muy seguida desde el lenguaje corporal. Sus cuerpos estaban orientados en direcciones opuestas, no se tocaban, no se daban besos”, recordó Crivelli.
En el mismo sentido, mencionó los gestos forzados de otras parejas mediáticas como Carlos Menem y Cecilia Bolocco. “Cuando el cuerpo no acompaña, se nota. Y la gente lo percibe”, sostuvo.
Otro dato que aportó Crivelli fue el de las diferencias de género en la percepción emocional. “Las mujeres tenemos mejor lectura emocional que los hombres en todas las culturas. Lo comprobamos en un estudio que hicimos en siete países distintos”, señaló.
En particular, las emociones negativas —como tristeza, miedo o preocupación— son más difíciles de identificar, y suelen confundirse. Pero las mujeres logran diferenciarlas con mayor claridad.

Consultada sobre cómo proteger lo que uno no desea exponer, Crivelli propuso algunas estrategias de autocontrol. “Podemos empezar a observar y regular pequeños gestos como las manos o los pies, que suelen ser los más reveladores. Si uno está consciente de eso, puede modificarlo”, aconsejó.
También recomendó el uso de técnicas como el yoga o el mindfulness, que trabajan directamente con la relación entre el cuerpo y la mente. “Cuando uno sonríe, levanta los brazos, se estira, el cuerpo recibe una señal de energía positiva. Y eso cambia la química del cerebro”, concluyó.
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