“Hacer esta obra es lo más importante que hice en mi vida”, confiesa Claudio Villarruel casi al final de su charla con Teleshow. “La quise hacer siempre y no pude, porque me fui para otro lado. Pero es lo más hermoso que me pasó, te juro”, completa. Con voz pausada, Villarroel se anima a ponerle palabras a “Aire”, una obra en la que expone un recorrido muy personal y familiar que permanecía en secreto.
Nació hace 60 años, en Córdoba, en una casa marcada por la fragilidad de una madre, Blanca Lidia Polanco, a quien todos llamaban Perla —“porque era una mujer hermosa”, dice— y el rigor de un padre hiperfamoso en la televisión argentina a partir del Cordobazo, el periodista Sergio Villarruel. En la mesa familiar también estaban sus hermanos mayores, Darío y Silvia, todos protagonistas involuntarios de silencios, ausencias y un humor cordobés que asomaba incluso frente a la adversidad.
Hoy, la familia que Claudio eligió la completan Francisca, su esposa, y Sofía, su hija cantante: “En Aire, se escucha su increíble versión del tema ‘To love somebody’, que era la cortina del programa de mi viejo” cuenta.
A pocos días de cumplir la quinta función de su unipersonal, Villarruel se prepara para vivir todos los viernes de noviembre a las 20 hs. sobre el escenario del teatro El galpón de Guevara (excepto el viernes 7), con dirección de Juan Andrés Romanazzi y producción de Daniela Sitnisky, apostando por ese reencuentro entre el público, el teatro independiente y su propia historia.
Claurio Villarruel con su familia detrás. La obra se apoya fuertemente en un contenido audiovisual—¿Cómo está funcionando la obra?
—Funciona hermosa. La verdad que estoy recontento, refeliz con lo que está sucediendo. Tiene muy buena repercusión entre la gente y la prensa.
—¿Por qué elegiste el teatro como medio para contar la historia de tu familia?
—Porque el teatro fue mi refugio. Empecé todo mi proceso creativo y expresivo en el teatro independiente, siempre, desde que soy chiquito. Es donde viví viendo y deseando hacer teatro. Y en aquel momento yo también estudiaba Sociología y trabajaba en el canal con mi papá, pero el teatro fue como un escape de toda una historia familiar compleja.
—¿Pensaste en algún momento en contar tu historia en otro formato?
—Te vas a reír… en realidad, fue un libro. Antes de la pandemia hice una clínica de escritura con Julián López y empecé una novela, pero no soy escritor, soy lector. La presión era mucha y lo que escribí quedó ahí, como guion de documental, de película. Después, de repente me bajó la inspiración, vi la obra, agarré esos textos y se terminó convirtiendo en una obra de teatro.
—¿Sentías la necesidad de ser vos quien la actuara?
—Siempre sentí que era yo quien quería contar esto ahí. Era mi duda: no soy actor, iba a parecer un periodista o animador arriba del escenario, pero necesitaba poner el cuerpo. Quería que fuera artístico, no solo algo personal de sanación. Y la verdad que encontré un director divino y pude cumplir ese deseo de ser yo el que la hiciera.
Claudio Villarruel, todos los viernes con Aire en El galpón de Guevara—¿Cómo fue exponer esos recuerdos de tu vida?
—La obra me fue dejando. Hoy la veo desde lejos, aunque es mi vida y la de toda mi familia. Fue muy loco mi proceso de escritura. Escribir es perdonar, ¿viste? Después de perdonar, comprendés todo y se transforma en algo que ya no te pertenece… ahora pertenece a quienes lo leen o lo ven.
—¿Cómo fue tu proceso personal al escribir y luego actuar momentos tan dolorosos, especialmente ligados a la ausencia de tu madre?
—El proceso fue fuerte. Un día agarré mi cámara y me fui a Córdoba, para ver si lo que recordaba era verdad. La memoria, la cabeza, va adaptando las cosas, hace que lo doloroso pase a ser más fácil. Pero yo, bastante cabeza dura, necesitaba entender qué me había pasado en medio de una familia donde había silencios, secretos y recuerdos tramposos. Cuando volví, le dije a mi mujer: “¿Sabés que todo lo que me había pasado era verdad? Era más verdad.” Fue un choque, porque después de tantos años, volví a confirmar todo y fue mucho para un solo viaje. Me quedé un par de meses viendo videos, editando material para la obra.
—¿Cómo fue tu experiencia de escritura junto a Julián López?
—La clínica con Julián fue hermosa, la sigo haciendo, incluso ahora que ya estoy escribiendo otras cosas. Yo quería escribir, pero no sabía si podía. Me salió esto, necesitaba salir. En el taller, los compañeros te van guiando y eso ayuda mucho, porque traigo muchos prejuicios del audiovisual, de lo inmediato. Le decía a Julián: “Mirá que yo soy el de la televisión, dejate de joder”. Y él me respondía: “Vení a escribir”. Que un escritor que admiro me diga eso, fue genial.
—¿Cómo fue el proceso para ajustar el texto y convertirlo en una obra escénica?
—En dos o tres años el texto se fue afinando y cuando lo vi ahí, dije: “Vamos a la obra”. Tenía una deuda personal con el teatro independiente. Probé el texto, los videos, la puesta, mostrándoselos a amigos, a gente de confianza. Eso hacía en Telefe: un programa nuevo se lo hacía ver al mozo, al de seguridad, y a todo el equipo que teníamos con Bernarda (Llorente). Les pedía: “Díganme todo lo que piensen”. Y así lo iba puliendo. Acá, después llegó Juan Romanazzi, un pibe joven, pero de una cabeza gigante. Vio el material, se emocionó y me dijo: “Vamos a hacerla”. Yo no me animaba, llevaba dos años mostrando la obra y no me animaba. Pero cuando Juan me dijo sí, ahí empezamos, en enero de este año. Él me ayudó a decidir qué videos sacar, qué escenas armar, hasta dejarla en cincuenta minutos, que era lo que quería, un fresco de familia. La puesta quedó hermosa, la obra es ágil.
La familia Villarruel: Darío, mamá Blanca, Claudio, Sergio y Silvia—¿Qué tipo de materiales usaste en esos videos?
—Usé videos caseros, algunos los filmé yo con el teléfono, otros son entrevistas que les hice a familiares para reconstruir los hechos. Algunas cosas que me habían relatado no existían y cosas que yo intuía terminaron siendo ciertas. Por ejemplo, toda la vida pensé que mi papá había estado cubriendo la guerra de Santo Domingo cuando nací, pero no fue así. Durante años tuve la duda de por qué en mi DNI figura el 7 de septiembre y no el día real de mi nacimiento, que es el primero.
—¿Y supiste finalmente qué había pasado con ese detalle?
—No lo sé exactamente. Cuando yo nací, mi mamá tuvo una crisis mental, fue muy duro. Creo que mi papá inventó esa historia para no contarme el calvario que debe haber vivido mi mamá. Siempre escuché “cuando naciste, tu mamá fue tal cosa”, pero había algo no dicho, algo puntual que pasó el día que nací. En la obra, cuando mis tías cuentan todo lo que sucedió ese día, se vuelve el corazón del relato.
—¿Cómo te marcó esa herida a lo largo de los años?
—Toda mi vida sentí que había algo de fondo, aunque aparentemente las cosas iban bien. Hacía televisión, teatro, pero sentía el peso de esa historia, ese karma. El teatro me ayudó a salir de esa angustia, aunque también me llevó a tener ataques de pánico. El psiquiatra me dijo que dejara el teatro, y no sé si agradecerle o no, porque terminé volviendo como cuarenta años después.
—¿Cómo influyó la figura pública de tu papá en tu infancia y adolescencia?
—Para mí fue muy estructurante mi papá, imaginate, con la familia medio extraña ahí en la casa. Era la única persona que me podía guiar y le tenía gran admiración. Lo veíamos poco porque tenía horarios cruzados por el noticiero, pero fue muy estructurante. Creo que me salvó. Ahora, con el tiempo, le doy algún “palito” con amor, pero tuve una formación muy fuerte gracias a él. Iba al canal y era “el hijo de Villarruel”. Años después, en una nota de La Nación, mi papá dijo: “Claudio ya no es más el hijo de Villarruel. Ahora yo soy el padre de Villarruel”. Eso fue hermoso, me quedó grabado.
Claudio Villarruel con su papá, el gran periodista cordobés Sergio Villarruel—¿Sentís que repetiste parte de su historia?
—Sí, terminé repitiendo su historia sin proponérmelo: él dirigiendo un canal de noticias, yo también en programación de Telefe. Fue una manera de desviar el dolor, como hizo él. Son cosas que se repiten, te encontrás haciendo lo mismo sin darte cuenta.
—¿Qué te pasó al presentar la obra ante el público?
—Fue increíble. No soy actor, siempre estuve del lado del director o productor, pero cuando apareció la gente me sentí tan bien. Todo el sentido era compartir. La devolución de la gente fue hermosa, muy emocionante.
—¿Qué rol jugaron los ataques de pánico y las crisis de ansiedad en tu recorrido artístico y personal?
—Me agarró primero en la facultad, estudiando sociología. Un día me desmayé, así, de repente...
—Siempre parece que a la gente exitosa esas cosas no le pasan...
—Pero sí. Algo que me enseñó mucho mi papá fue sobre la mirada de los otros. Me decía: nunca te creas la mirada de los demás, lo que hacés laboralmente no es lo que sos. El sillón dice “Dirección” de un canal, pero no sos vos. Eso lo tengo en la cabeza desde chico. Cuando tuve esas crisis, todavía no había entrado a los medios, era asistente. Fueron como agujeros en el corazón. Me trataron psicólogos, pero no tenía nada físico, era una angustia histórica. Se fue acumulando hasta que explotó. Y agradezco que me haya pasado de joven, porque fue limpiar esa angustia en ese momento.
—¿Cómo fue salir adelante después de pasar por esos episodios?
—Fue durísimo. Estuve casi un año con miedo de salir, cosas como subirme a un colectivo y bajarme a las pocas cuadras, tomarme un taxi para volver. Pero tuve mucha contención, tanto laboral como familiar. A los veinticinco, veintiséis, pude salir adelante. En esa época ni siquiera se hablaba del tema, era raro. Ahora se entiende más lo que son los ataques de pánico, pero entonces no. Eso me hizo ver todo mi mundo interior y me permitió prender una luz en lugares del alma que quedaron marcados.
Después de cinco años y muchas dudas, Claudio Villarruel estrenó "Aire"—¿Cómo se manifestaba físicamente esa angustia?
—Es como que te vas a morir y no tenés nada. Sentís que te falta el aire, que se cierran los músculos del pecho y la cabeza te da vueltas. Pero pude zafar, por suerte, y seguir adelante.
—¿Cómo reaccionó tu familia, especialmente tus hermanos, al ver la obra?
—Fue buenísimo porque ellos están en la obra. Los entrevisté, les hice preguntas a los dos. Hay momentos apoteóticos de ellos, con mucho humor. Dentro de todo ese mundo difícil siempre estuvo el humor. Somos cordobeses y solucionamos todo con chistes. Yo tengo mucho humor negro. A veces me costó con otra gente, pero en mi familia, frente a la tragedia, nos reímos. No hay otra forma de pasar la adversidad: nos reímos mucho.
—¿Tu papá también sumaba esa cuota de humor?
—Sí, mi papá era serio, muy serio, pero terminaba el noticiero y contaba chistes cordobeses como nadie. Nos matábamos de risa cuando viajábamos en el auto con él. Era un genio, un gran seductor, un gran productor. Tengo imágenes increíbles, como la de mi papá haciendo reír a Perón, en un video mudo. Seguro le estaba contando un chiste. El humor fue siempre nuestra salvación. La risa cura.
—¿Cómo dialoga tu trabajo en Telefe y la televisión masiva con tu pasión por el teatro independiente?
—Creo que siempre convivió en mí esa dualidad. Cuando hacía “VideoMatch”, empecé a llevar gente del under, a actores del teatro independiente, e hice cambios que se notaron. Yo veía a esos actores y los invitaba, algunos entraban, otros no. Después, al producir ficción en Telefe, todo ese bagaje teatral y musical lo metía en las charlas con autores, tiraba ideas. “Resistiré”, por ejemplo, fue muy representativo de ese cruce: era un híbrido increíble, distinto a todo. Siento que hay que llevar la calidad a lo masivo, devolverle a la gente algo bien hecho. Lo profundo también puede ser entretenido. Hicimos programas masivos, de entretenimiento y también cosas como “Montecristo”, “Simuladores”, “Televisión por la Identidad”. Para mí, si capta la atención, cualquier temática puede llegar.
—¿Cómo influyó el contexto en tu recorrido por la televisión?
—El contexto fue todo. Muchas cosas salieron bien porque se dio el momento justo, se alinearon las variables. Hay mucha gente talentosa que a veces no pudo mostrar lo suyo por el contexto social o el imaginario del público. Yo tuve suerte de hacer lo que quería en el momento en que se pudo. La tele no es una caja boba: depende de quién la maneje y de las decisiones que se tomen.
Claudio y una pila de fotos familiares. En la obra, Villarruel devela secretos que afectaron su juventud—¿Cómo ves hoy el fenómeno de las plataformas de streaming y el lugar de la televisión abierta?
—Creo que la tele abierta va a seguir siendo la caja de resonancia de la sociedad, al menos en el mundo occidental. Los jóvenes y los niños ya se fueron a otras cosas, ya no miran tele, apenas quedan “El Chavo” o “Los Simpson”. Esta revolución tecnológica es tan fuerte como la Revolución Industrial, cambió todo. El sujeto social cambió, ahora hay un pluriempleado, un consumidor más que un ciudadano.
—¿Qué te preocupa del crecimiento del streaming?
—Lo que más me preocupa es la falta de regulación. Hoy casi todo lo que consumimos es controlado por cinco empresas globales. Las plataformas generan cosas interesantes, sí, pero debería haber algo de regulación pensando qué sociedad estamos creando, qué espíritu crítico. Antes éramos mayoría los que queríamos una sociedad más empática, ahora siento que somos minoría.
—¿Qué pensás del contenido y de la estructura de las nuevas plataformas?
—El streaming es radio filmada. Ya la televisión era eso muchas veces, la gente la ponía de fondo, como música. La diferencia es la inversión, ahora es más económico, hay paneles. En 2010, yo ya le decía a Bernarda que teníamos que irnos, porque la televisión iba a ser una aplicación del smart TV; hoy prendo la tele y es así. La tele perdió económicamente, por eso todo son paneles: es lo que se puede hacer con lo que hay.
hace 11 horas
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