
Cillian Murphy destaca por su magnetismo en pantalla, una cualidad que quedó grabada en el imaginario colectivo gracias a personajes como Thomas Shelby en Peaky Blinders. Bajo esa imagen fría y calculadora, existe un trabajo físico y alimenticio poco visible, fruto de rutinas exigentes y variaciones nutricionales en función de cada papel.
El actor irlandés, con 49 años, modificó su cuerpo para interpretar a dos figuras radicalmente opuestas: el gánster de Birmingham y el físico teórico J. Robert Oppenheimer. Sus declaraciones, junto con testimonios de su entorno, permiten comprender el nivel de disciplina y sacrificio invertidos en estas transformaciones.
Murphy debió transformar su cuerpo para componer a Thomas Shelby, dotándole de una autoridad física que complementara la intelectual buscada por el creador de Peaky Blinders, Steven Knight. Con una complexión naturalmente delgada, se enfocó en aumentar masa muscular y volumen sin perder su esencia angulosa.
El plan consistió en cinco días semanales de entrenamiento, organizados por grupos musculares: espalda y bíceps, piernas y pantorrillas, hombros y trapecios, y pecho y tríceps. Las sesiones combinaban levantamiento de pesas, trabajo de core y ejercicios de calistenia. El objetivo era lograr un físico compacto y fuerte, capaz de generar respeto más allá de las palabras.

Evitaba largas sesiones de cardio para no perder la masa tan laboriosamente obtenida, optando por caminatas o excursiones. La verdadera dificultad fue incrementar músculo sin renunciar al aspecto duro de su rostro. Según el propio Murphy, retomar la “forma Shelby” al comenzar cada rodaje requería entre seis y ocho semanas intensivas de adaptación.
Murphy siguió una dieta vegetariana por más de 15 años, motivado por razones sanitarias en la década del noventa. No obstante, para sostener el entrenamiento exigido por Peaky Blinders, volvió a consumir carne, una decisión sugerida por su entrenador para facilitar el aumento de masa muscular.
Su primer plato tras el regreso a la proteína animal fue un filete de venado. Reconoció que la diferencia en términos de energía y desarrollo muscular era evidente. Durante el rodaje consumió dietas ricas en proteínas, huevos, pescado y carnes magras, componentes clave en la construcción del físico de Tommy Shelby.
Una vez finalizada la serie, el actor retomó el vegetarianismo de manera flexible, confirmando la capacidad de muchos intérpretes para ajustar su alimentación según la exigencia de cada rol.

El extremo opuesto llegó con Oppenheimer. Si para el personaje de Shelby la meta era la robustez, el físico teórico exigía una delgadez casi extrema. Oppenheimer —líder del Proyecto Manhattan que produjo las primeras armas nucleares— era frágil y ascético; Murphy debió reducir su peso hasta el límite para capturar esa esencia.
El actor, bajo supervisión de nutricionistas, evitó describir detalles exactos para no fomentar hábitos peligrosos. Según testimonios de sus compañeros, su ingesta durante esta etapa fue mínima, por ejemplo, solo una almendra o una manzana durante una comida.
El actor reconoció la naturaleza competitiva y riesgosa del proceso, subrayando que no lo recomienda, aunque esa pérdida radical fue esencial para el personaje.
La transformación generó debate sobre los límites del método actoral, mostrando el compromiso extremo de Murphy con su oficio.

En su vida diaria, la alimentación de Murphy tiende al equilibrio y la simplicidad. Suele desayunar huevos, requesón y fruta; almorzar pescado con arroz integral y vegetales; y cenar carne o batatas y ensalada. Durante etapas de entrenamiento intenso aumenta la proteína y modera los carbohidratos, evitando tendencias extremas o dietas populares.
Prefiere escuchar a su propio cuerpo, adaptándose a las necesidades de cada proyecto. Tras el rodaje de Oppenheimer, se concedió un capricho que resume su flexibilidad: “Comí mucho queso”, relató con humor y celebró el regreso a la normalidad.
La historia física y alimentaria de Cillian Murphy deja ver a un actor que acepta las transformaciones más severas para dotar de profundidad a sus personajes. En Peaky Blinders se mostró fuerte y musculoso; para Oppenheimer, se despojó de peso hasta el extremo.
Permanece una constante: la disciplina y entrega al arte. Murphy concibe su cuerpo como una herramienta narrativa y ha aprendido a moldearlo sin fanatismos. Esa dedicación, incluso cuando implica cierto sacrificio personal, explica su consagración como uno de los intérpretes más admirados de su generación por su honestidad, rigor y versatilidad.