A diferencia de otros alimentos, el helado no tolera microfluctuaciones. El shock térmico, aunque sea momentáneo, puede alterar su consistencia y comprometer la inocuidad (Ilustración: Movant Connection)Con la llegada de los primeros días cálidos, la demanda de helado crece de manera sostenida en todo el país y anticipa una temporada de consumo más intensa que la del invierno.
Este incremento, que suele acelerarse entre noviembre y marzo, obliga a reforzar la planificación logística, especialmente en lo que respecta a la cadena de frío, uno de los sistemas más exigentes del sector alimentario.
El helado es un producto extremadamente sensible a las variaciones térmicas. Cualquier oscilación por fuera del rango recomendado —generalmente por debajo de los -18°C— puede afectar su textura, seguridad y vida útil. Con temperaturas externas más elevadas, las flotas refrigeradas, los centros de almacenamiento y los puntos de venta deben operar bajo un nivel mayor de exigencia para garantizar que el producto llegue en condiciones óptimas al consumidor.
A diferencia de otros alimentos, el helado no tolera microfluctuaciones. El shock térmico, aunque sea momentáneo, puede generar la formación de cristales de hielo, alterar su consistencia y comprometer la inocuidad. Por eso, la logística del helado durante los meses de calor requiere un ajuste en todas las etapas: transporte, almacenamiento y manipulación en destino.
En el transporte, los vehículos refrigerados deben mantener una temperatura estable incluso cuando la sensación térmica externa supera los 30°C. Esto incrementa el consumo energético y exige un mantenimiento más frecuente de los equipos de frío, especialmente en jornadas de máxima demanda. Además, muchos operadores planifican rutas más cortas o escalonadas para reducir aperturas prolongadas de puertas y evitar pérdidas de frío acumuladas.
En los centros de distribución, los sistemas de monitoreo cobran un rol central. Se multiplican los controles de temperatura, se revisan los puntos críticos de los túneles de congelado y se fortalece la trazabilidad interna para garantizar que ninguna partida haya quedado expuesta a variaciones térmicas en procesos de picking, consolidación o despacho.
La etapa de almacenamiento en puntos de venta también requiere atención. Las cámaras deben operar sin sobrecarga y con mayor frecuencia de controles manuales, ya que el flujo de aperturas aumenta a medida que crecen las ventas. En muchos casos, las operaciones incorporan mediciones horarias o sensores adicionales para evitar desvíos.
El helado es un producto extremadamente sensible a las variaciones térmicas. Cualquier oscilación por fuera del rango recomendado —generalmente por debajo de los -18°C— puede afectar su textura, seguridad y vida útil (Foto: Shutterstock)La trazabilidad es uno de los pilares críticos de la logística del helado. Cada lote necesita un registro continuo de su temperatura desde el origen hasta el punto de venta. Este seguimiento permite identificar desvíos, prevenir incidentes y asegurar que el producto final cumpla con las normativas de conservación.
Los operadores suelen trabajar con sistemas de registro automático que documentan la temperatura del transporte, los tiempos de traslado, las paradas y los procesos de carga y descarga. Esto no solo permite mejorar la seguridad alimentaria, sino también anticipar puntos de estrés en la operación —por ejemplo, horarios de mayor exposición o zonas donde las temperaturas externas impactan más fuerte en los equipos—.
El uso de sensores y tecnologías de monitoreo se vuelve especialmente relevante durante el verano. En estos meses, la variación de temperatura ambiente obliga a intensificar el control en tiempo real. Algunos distribuidores incorporan alarmas de desvío y reportes automáticos que permiten intervenir antes de que el producto se vea afectado, reduciendo pérdidas y manteniendo la calidad.
La temporada alta de helados también implica una planificación más precisa de rutas y frecuencias de entrega. A mayor demanda, mayor rotación de stock. Esto obliga a optimizar tiempos, coordinar abastecimientos más frecuentes y evitar sobreacumulación que pueda saturar los sistemas de almacenamiento.
En muchas ciudades, el calor obliga a reorganizar los horarios de reparto para operar más temprano o más tarde, evitando trasladar productos en las horas de máxima radiación. Esta estrategia no solo cuida la cadena de frío, sino que también reduce la exigencia de los equipos y mejora la eficiencia energética.
La rotación rápida es otro de los factores clave. Cuanto menor es el tiempo de permanencia del producto en depósitos o cámaras, menor es la exposición a variaciones térmicas. Por eso, la planificación para el verano suele contemplar lotes más pequeños y entregas más próximas entre sí.
Con demanda creciente, la logística del helado se convierte en un ejemplo claro de cómo el clima impacta directamente en la cadena de abastecimiento y en la vida cotidiana de las personas. Y de por qué la cadena de frío sigue siendo uno de los sistemas más delicados y estratégicos del sector alimentario.
hace 2 horas
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