
El papa Francisco adoptó un enfoque pastoral basado en la sencillez y la cercanía, lejos de las tradiciones más ostentosas. Su pontificado estuvo marcado por decisiones que reflejaban su compromiso con una Iglesia humilde y al servicio de los demás.
Esta visión se plasmó tanto en su vida cotidiana como en los momentos litúrgicos más importantes, donde eligió espacios significativos que subrayaban su mensaje de cercanía con el pueblo y de autenticidad en su liderazgo.

La Basílica de Santa María la Mayor, una de las cuatro basílicas mayores de Roma, será el último reposo del papa Francisco.
Este templo tiene un profundo vínculo con su devoción mariana, ya que desde el inicio de su pontificado, él solía visitarlo regularmente antes y después de cada viaje apostólico, según comentó el santo padre en su testamento.

Su decisión de ser enterrado allí, en lugar de las tradicionales grutas vaticanas, refleja una vez más su preferencia por la humildad y la sencillez en su vida y en sus gestos.
El lugar, con siglos de historia y bajo la mirada de la Virgen María, simboliza perfectamente su estilo pastoral centrado en los actos, más que en la ostentación.

Durante su pontificado, la Basílica de San Pedro fue el escenario de los momentos litúrgicos más significativos para Francisco.
En este majestuoso templo, celebró misas de gran trascendencia para el catolicismo, como las de Navidad y Pascua, inauguró años jubilares y presidió canonizaciones, entre ellas la de San Óscar Romero y Santa Teresa de Calcuta.

Convirtió las ceremonias solemnes en espacios de cercanía con la comunidad, donde siempre destacó la importancia de la accesibilidad.
En este mismo templo se celebró su misa exequial el sábado 26, ante la presencia de miles de fieles y líderes internacionales, lo que selló su legado como un pontífice que transformó la historia reciente de la Iglesia.

Desde su elección en 2013, decidió renunciar a las comodidades del Palacio Apostólico y mudarse a la Casa Santa Marta, una residencia dentro del Vaticano.
Este gesto simbólico marcó su pontificado, pues prefería compartir con otros en un ambiente de simplicidad.

Allí, convivió con empleados, sacerdotes, y miembros de la comunidad religiosa. Mantuvo una vida cotidiana de oración y trabajo. Fue su centro de actividad, donde recibió a numerosos visitantes, desde jefes de Estado hasta personas en situación de calle.
Fue allí donde también pasó sus últimos días, fiel a su vocación de vivir una Iglesia de los pobres, para los pobres, hasta el final.

El 14 de marzo de 2013, un día después de su elección como sumo pontífice, Francisco celebró su primera misa como Papa en la Capilla Sixtina, ante el Colegio Cardenalicio.
En ese icónico lugar, rodeado por los frescos de Miguel Ángel, pronunció una homilía breve, pero significativa, en la que convocó a los cardenales a “caminar, edificar y confesar”.

Este acto marcó el inicio de un pontificado que se caracterizó por la claridad de sus gestos y la firmeza de sus convicciones.
La Capilla Sixtina, símbolo del poder espiritual de la Iglesia, fue también testigo de su elección por un liderazgo basado en el servicio y no en el prestigio.

La Catedral de San Sebastián en Río de Janeiro acogió una de las primeras misas multitudinarias del papa Francisco fuera de Italia, durante la Jornada Mundial de la Juventud de 2013.
Allí, frente a miles de jóvenes de todo el mundo, el pontífice lanzó un mensaje imponente: “¡Hagan lío!”.

Con esta frase, los invitó a comprometerse con la transformación del mundo, a involucrarse activamente en los problemas sociales y a vivir su fe de manera dinámica.
La homilía, pronunciada con su acento rioplatense y cargada de emoción, consolidó su imagen como un líder cercano, comprometido con los desafíos de América Latina y con una Iglesia activa en la sociedad.