“El que no salta, es un traidor”, bramó la parcialidad de Racing antes del duelo ante River por Copa Argentina en el Gigante de Arroyito. El destinatario de su canto fue Maxi Salas, el delantero, de 27 años, que decidió marcharse de Avellaneda a Núñez previo pago de la cláusula de salida. El ex All Boys sabía que iba a tratarse de un partido especial. Y él hizo su aporte para que lo fuera: a los 5 minutos del duelo por los cuartos de final de la competencia, anotó el único gol del partido, el que definió la serie y metió al Millonario entre los cuatro mejores del certamen. Ahora, el próximo escollo será Independiente Rivadavia de Mendoza, detrás del sueño de alcanzar la definición.
El atacante resolvió con justeza un centro de Facundo Colidio, luego de un gran pelotazo del Huevo Acuña. Luego, contó con al menos cuatro chances más para anotar, pero entre Cambeses y la falta de precisión no le permitieron ampliar el score. De todas maneras, corrió los 90 minutos, presionó, obligó y se sostuvo como centro de la escena, para las tribunas, sus compañeros y rivales. Si hasta se lo vio devolver una zapatilla que le tiraron desde la tribuna.
“En las buenas y en las malas, mi tranquilidad no cambia. No estuve nervioso, era una final para nosotros también. Siempre estuve tranquilo y mi familia me acompañó”, comentó Salas tras el encuentro. “Nunca se me fue de las manos, sé manejarme de la mejor manera, siempre con respeto hacia la gente de Racing y los jugadores; siempre con cariño”, comentó, a pesar de las hostilidades, entre las que estuvo el lanzamiento de calzado. “Devolví una zapatilla, es parte del folclore, es lindo que las dos hinchadas se junten, es hermoso”, opinó.
River traía cuatro derrotas consecutivas sobre el lomo, además de la eliminación de la Copa Libertadores. El peso de la presión era grande. No obstante, el delantero entendió que no debía cambiar de fórmula para revertir el incómodo trance. “Siempre en los momentos malos hay que levantar la cabeza, seguir entrenando, con humildad. Es la mejor manera de salir de las rachas”, explicó.
Así, se movió como pez en el agua en un cotejo turbulento. Incluso, se tomó con soda los roces con algunos de sus ex compañeros, como Agustín Almendra, con quien intercambió insultos al final del pleito. “No pasó nada, lo que pasa en la cancha, siempre queda dentro de la cancha; es jodón, nada más”. Y agradeció la ovación del público riverplatense cuando fue reemplazado; una hinchada que poco a poco lo está adoptando, aún en este presente irregular del equipo de Marcelo Gallardo.
“Es muy lindo que la gente me reconozca, siempre trato de dejar todo en la cancha. A veces el gol no se da, pero siempre trato de trabajar para el equipo”, concluyó el ariete, que lleva cuatro goles y dos asistencias en 11 partidos desde que luce la banda roja cruzada en el pecho.
El próximo domingo ya lo espera otro desafío: River visitará a Rosario Central, otra vez en Arroyito, desde las 21.15. Está tercero en el Grupo B del Torneo Clausura (a cuatro puntos del líder Deportivo Riestra), y segundo en la tabla anual, a una unidad del Canalla.
OTRAS DEFINICIONES DE SALAS
“Siempre con respeto a la gente, lo que pasó ya está. Estoy agradecido, más allá del enojo de la gente. También estoy agradecido a Gustavo (Costas), que siempre me bancó en todo momento. Le agradezco a la dirigencia anterior de Víctor (Blanco), que también confió en mí. Estoy contento, feliz”.
“Esta dirigencia se portó muy mal conmigo. A los agradecidos que les vaya bien, siempre di todo por el club”.